Oficios del Jueves Santo:
En el Jueves Santo conmemoramos y revivimos el triple misterio y bendición que Jesús nos dejó: La institución de la Eucaristía, la institución del Sacerdocio, la celebración de la Nueva Alianza manifestada en el amor infinito y la caridad fraterna del signo del lavatorio de los pies.
-«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis». Juan 13,15
Después de la celebración eucarística, el Santísimo Sacramento es
trasladado en santa procesión hacia el Santo Monumento, donde se adora hasta mediodía del Viernes Santo. El altar es despojado de todos los ornamentos y permanece así hasta el Sábado Santo, así como Jesús se despoja de sus ropas y hasta de su propia vida.
Oficios del Viernes Santo
Este día se conmemora la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo. Después de la lectura de las 7 Palabras, de la Pasión completa según San Juan, se pide a Dios de manera más profunda y respetuosa por la Iglesia, por el Papa, por el clero, por los fieles, por los gobernantes, por nuestros hermanos separados, por las personas pertenecientes a otras religiones y por los ateos. Después se procede a descubrir la Santa Cruz para la veneración de todos los fieles y posteriormente se recibe a Jesús presente en la Eucaristía.
Luego se inició el rezo del Viacrucis (Camino de la Cruz) que terminó en el templo donde en profunda oración y recogimiento se procedió a envolver a Jesúcristo, preparandolo para introducirlo al Santo Sepulcro.
Oficios del Sábado Santo
Este día se honra el descanso de Jesús en su sepulcro, su descenso a los infiernos y su encuentro con todos aquellos que murieron antes de Jesús.
El cristiano, unido a los dolores de María, sabe que el silencio de Dios en el mundo es sólo aparente y se llena de esperanza para la vida futura, la resurrección.
El Santo Padre Benedicto XVI nos dice al respecto: «… El Sábado Santo se caracteriza por un profundo silencio. Las Iglesias están desnudas y no están previstas liturgias particulares. Mientras esperan el gran acontecimiento de la Resurrección, los creyentes perseveran con María en la espera, rezando y meditando. Hace falta un día de silencio para meditar en la realidad de la vida humana, en las fuerzas del mal y en la gran fuerza del bien que surge de la Pasión y de la Resurrección del Señor. Tiene una gran importancia en este día la participación en el Sacramento de la reconciliación, indispensable camino para purificar el corazón y predisponerse para celebrar la Pascua íntimamente renovados. Cristo con su muerte, ha derrotado el mal para siempre y ha donado a todos los hombres la vida misma de Dios. Según una antigua tradición, durante la Vigilia Pascual, los catecúmenos reciben el Bautismo para subrayar! la participación de los cristianos en el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo. De la esplendorosa noche de Pascua, la alegría, la luz y la paz de Cristo se extienden en la vida de los fieles de toda comunidad cristiana y llegan a todos los puntos del espacio y del tiempo…» (BENEDICTO XVI, Alocución sobre el Triduo Pascual, 19 de marzo de 2008)
En la Vigilia Pascual, se celebra a Cristo como luz del mundo que, con su muerte y resurrección, vence a las tinieblas del pecado. Se empieza con la bendición del fuego, bendición del cirio, procesión y pregón pascual. Seguido con la liturgia de la Palabra, liturgia bautismal y liturgia eucarística.
Cristo nuestra esperanza ha Resucitado; pues esta es la novedad en la vida cristiana y esto es lo que caracteriza y diferencia sustancialmente al hombre creyente del no creyente, al hombre de fe de aquel que no tiene fe: la esperanza, y por lo tanto no es cualquier esperanza, porque esta esperanza puesta en Cristo Resucitado: da sentido a la vida del hombre, recrea su existencia. Éste es el júbilo de la Vigilia Pascual, con la Resurrección de Cristo todos nosotros somos liberados. Por medio de la resurrección el amor se ha revelado más fuerte que la muerte, más fuerte que el mal y que el pecado.
El Papa Benedicto XVI nos dice:
«…Pidamos, pues, en esta noche: Señor, demuestra también hoy que el amor es más fuerte que el odio. Que es más fuerte que la muerte. Baja también en las noches y a los infiernos de nuestro tiempo moderno y toma de la mano a los que esperan. ¡Llévalos a la luz! ¡Estate también conmigo en mis noches oscuras y llévame fuera! ¡Ayúdanos a llegar al "sí" del amor, que nos hace bajar y precisamente así subir contigo!...» (BENEDICTO XVI, Homilía en la Vigilia Pascual, 8 abril 2007).
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