También, celebrando esta fiesta tan importante para nosotros los católicos boricuas, queremos que puedas conocer un poco más a fondo cómo fue la vida y la Beatificación de Carlos Manuel Rodríguez. A continuación encontrarás:
- Fórmula de Beatificación (en Latín, italiano y una traducción al español): Palabras de Su Santidad Juan Pablo II con las cuales nombró Beato al Siervo de Dios Carlos Manuel Rodríguez, el 29 de Abril de 2001, en la Plaza de San Pedro.
- Oración a nuestro Beato (en Español)
- Estampita (en italiano).
- Qué decía y qué pensaba Carlos Manuel? (en Español)
- Breve biografía (en Español)
Oración:
Dios, Padre Santo, que de las fuentes del Misterio Pascual llenaste al Beato Carlos Manuel de vida nueva y fortaleza en la vida secular, concédenos, por su intercesión y ejemplo, seguir los pasos del sacrificio de Cristo y alcanzar el gozo eterno de su Resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Después de haber escuchado algunas manifestaciones de la biografía del Siervo de Dios, todos se ponen de pie. Solo el Santo Padre permanece sentado y pronuncia solemnemente la:
Fórmula de Beatificación
Nosotros, acogiendo el deseo de Nuestros Hermanos Rafael Palmero Ramos, Obispo de Palencia, Jean-Claude Card. Turcotte, Arzobispo de Montreal, Michele Card. Giordano, Arzobispo de Nápoles, Roberto Amadei, Obispo de Bergamo, y Roberto Octavio González Nieves, Arzobispo de San Juan de Puerto Rico, Y de muchos otros hermanos del Episcopado y de muchos fieles, después de haber tenido el dictamen de la Congregación de la Causa de Santidad, con nuestra autoridad apostólica concedo que los Venerables Siervos de Dios Manuel González García, María Anna Blondin, Caterina Volpicelli, Caterina Cittadini y Carlos Manuel Cecilio Rodríguez Santiago de ahora en adelante sean llamados Beatos y que se pueda celebrar su fiesta en lugares y según las reglas establecidas por el derecho, cada año: el 4 de enero para Manuel González García, el 18 de Abril para María Anna Blondin, el 22 de enero para Caterina Volpicelli, el 5 de mayo para Caterina Cittadini, y el 13 de julio para Carlos Manuel Cecilio Rodríguez Santiago.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En esta figura se encuentra Jesús reunidos con todos los santos que interceden por nosotros |
Biografía:
CARLOS
MANUEL RODRÍGUEZ nació en Caguas, Puerto Rico, el 22 de noviembre de 1918, hijo
de Manuel Baudilio Rodríguez y Herminia Santiago, ambos de familias numerosas,
sencillas y de gran arraigo cristiano. Fue bautizado en la Iglesia Dulce Nombre
de Jesús en Caguas el 4 de mayo de 1919. Fue el segundo de cinco hermanos: dos
hermanas se casaron, otra es religiosa Carmelita de Vedruna y su único hermano
es sacerdote benedictino y Primer Abad puertorriqueño.
Cuando Chali tenía seis años, un voraz incendio
consumió la modesta tienda del papá y la vivienda de su familia. Como
resultado, perdieron todo y se vieron precisados a mudarse a la casa de los
abuelos maternos. Aquí, Carlos Manuel vino en estrecho contacto con su abuela
Alejandrina Esterás, una <<santa mujer>> al decir de quienes la
conocieron.
Manuel
Baudilio, el padre, sufrió con resignación, sin perder su fe esta pérdida y
tras una larga enfermedad, murió en 1940. Doña Herminia, al no estar en su casa
propia se impuso a sí y a sus hijos un celoso respeto y hasta cohibición, de
quien está en casa ajena. Esto influyó en el carácter reservado y tímido de sus
hijos. Pero Herminia tenía la virtud de la serena alegría iluminada por la fe
dada su familiaridad con el Señor en la Eucaristía diaria.
Es así como
las primeras lecciones en la fe católica y las vivencias de esa fe las recibe y
experimenta Carlos desde muy temprano en el seno de su propia familia. A los
seis años comenzó su vida escolar en el Colegio Católico de Caguas, en donde
permaneció hasta octavo grado. Allí conoció a las Hermanas de Notre Dame y
cultivó una especial amistad con ellas durante su vida. Bajo la tutela de éstas
y de los Padres Redentoristas, desarrolla su primera educación formal,
humanística y religiosa; recibe a Cristo por vez primera en la Sagrada
Eucaristía que marcaría un amor para siempre; se hace monaguillo y posiblemente
siente el llamado inicial a una vida de
entrega total a Cristo. Como monaguillo, empieza a degustar las riquezas de
la fe a través de la sagrada liturgia de la Iglesia.
Se gradúa
de octavo grado en 1932, siendo el primero honor de su clase y obteniendo la
medalla de religión. Pasa entonces a cursar estudios en la escuela superior
pública Gautier Benítez en Caguas. Durante el segundo semestre de ese curso
escolar empieza a notar los primeros síntomas de una enfermedad que sugeriría
un trastorno gastrointestinal: colitis ulcerosa. Este habría de causarle
muchísimos inconvenientes por el resto de su vida, y se iría agravando
paulatinamente. Ello jamás llegó a doblegar su espíritu de entrega a Cristo y a
Su Iglesia.
Más tarde,
renueva su contacto con las hermanas de Notre Dame y los Padres Redentoristas,
esta vez en la Academia Perpetuo Socorro en el sector Miramar de San Juan,
donde cursa su tercer año de Escuela Superior (1934-35), pero su salud le
impide continuar. Vuelve a Caguas, trabaja por algún tiempo y por fin termina
ambos cursos, el comercial y el científico, en su cuarto año en la Gautier
Benítez en 1939.
Se
desempeña como oficinista hasta 1946, cuando decide iniciar estudios hacia un
bachillerato en la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Rio Piedras, y logra
completar un año. En 1947, a pesar de haber aprobado con excelentes calificaciones
todas las materias y pese a su amor por los estudios, una vez más su salud le
impide estudiar formalmente: esta vez, de manera definitiva. Sin embargo los
estudios jamás terminaron para Charlie,
como ya empezaban a llamarlo sus amigos en la UPR. Él era un lector voraz. Todo le interesaba: las artes, las
ciencias, filosofía, religión, música…De hecho, tomó clases de piano tan sólo
un año, pero su interés le llevó a continuar por sí solo, hasta tocar no sólo
el piano, sino además, el órgano de la Iglesia…¡La música sacra que tanto
aprendió a amar!
Otro de sus
grandes amores era la Naturaleza. Desde niño acostumbraba pasar las vacaciones
de verano en el campo. Solía ir con hermanos y primos de pasandía, al río o a
la playa. Ya de adulto organizaba junto a sus hermanos, caminatas de un día de
campo; ligero de equipaje, frugal el alimento, pero abundante el deseo de
comulgar con la creación entera.
Carlos
Manuel trabajó como oficinista en Caguas, Gurabo y en la Estación Experimental
Agrícola, adscrita a la UPR de Río Piedras, donde además traducía documentos.
Empleaba casi todo su modesto salario en promover el conocimiento y el amor a
Cristo, especialmente a través de la Sagrada Liturgia. Por eso, se afanaba en
traducir artículos que leía sobre la materia y que él editaba para nutrir dos
publicaciones a manera de folletos mimeografiados, Liturgia y Cultura Cristiana, tarea a la que dedicaba incontables
horas de trabajo.
Cada vez más convencido de que la liturgia es
la vida de la iglesia
(a través de la oración, la Proclamación de la Palabra, la Eucaristía y los misterios de Cristo o sacramentos),
organiza en Caguas un <<Círculo de Liturgia>> junto al P.
McWilliams y luego, en 1948, funda junto al P. McGlone el coro parroquial Te Deum Laudamus.
En Río
Piedras, donde sus hermanos Pepe y Haydée eran ya profesores de la UPR, Carlos
realiza su ardiente deseo de dar a conocer a Cristo entre profesores y
estudiantes de ese centro docente. Al ampliarse el grupo de sus
<<discípulos>> se mueve con ellos al Centro Universitario Católico,
organiza otro Círculo de Liturgia (más tarde llamado Círculo de Cultura
Cristiana). Continúa con sus publicaciones y organiza y da forma a sus célebres
<<Días de Vida Cristiana>> junto con los universitarios a quienes
desea que entiendan y gocen los tiempos litúrgicos. Participa en paneles sobre
diversos temas, siendo él el portaestandarte de la vida litúrgica y el sentido
pascual de la vida y la muerte de Cristo. Organizó grupos de discusión en
varios pueblos y participó en la Cofradía de la Doctrina Cristiana. Otras
organizaciones católicas en las cuales participó fueron la Sociedad del Santo
Nombre y los Caballeros de Colón. Impartió catequesis a jóvenes de escuela
superior, aportando él todo el material que mimeografiaba sin descanso para
suplir las limitaciones económicas de sus jóvenes alumnos. Defendió y promovió
con fervor extraordinario entre obispos, clero y seglares, la renovación litúrgica
de la Iglesia a través de la participación activa de los fieles, el uso del
vernáculo y, muy especialmente de la observancia de la Vigilia Pascual,
felizmente restaurada por SS Pío XII, para regocijo de Charlie. Todo ello,
antes del Concilio Vaticano II, de ahí que se le llame apóstol pre-conciliar de
lo que vino a ser Sacrosanctum concillium.
Muchos
testimonian su desarrollo vital de la fe gracias a la formación que le impartió
Carlos Manuel unido a su modelo de entrega y servicio. Varios otros agradecen a
su ardiente celo por Cristo el haber despertado en ellos su vocación religiosa.
Quienes lo buscaban para aclarar sus dudas o conseguir el fortalecimiento de su
fe, no quedaban defraudados. Acercarse a Carlos Manuel era como allegarse a una
luz que va iluminando cada vez más la perspectiva y el sentido de la vida a
medida que se le conocía mejor. La alegría cierta de la Pascua traslucía siempre
en su mirada y en su sonrisa y una notable fortaleza espiritual trascendía su
frágil figura. La firme convicción de su fe vencía su natural timidez y hablaba
con la seguridad de Pedro en Pentecostés. A pesar de su salud quebrantada por
tantos años, ninguna queja nubló la alegría con que enfrentaba la vida y nos
recordaba que el cristiano ha de ser alegre porque vive la alegría y la
esperanza que Cristo nos regaló con Su Pascua: Vivimos para esa noche.
Sus fuerzas
físicas decaían, pero jamás su espíritu se doblegó. Vivía cada momento
superando calladamente su dolor con el gozo profundo de quien se sabía
resucitado. Minada finalmente su salud por la enfermedad que se diagnosticó
como un cáncer terminal del recto, tras una larga operación en marzo de 1963,
padeció <<la noche oscura de la fe>> pensándose abandonado de Dios.
Antes de morir, reencontró con emoción la
Palabra que estuvo perdida, la que le había dado sentido a su vida. Su paso
a la vida eterna fue el 13 de julio de 1963. Tenía 44 años. <<El 13 es buen día>>- había dicho
antes, sin que tuviésemos noción de lo que ello significaba. Ahora sabemos.
El Proceso
de Carlos fue meteórico: Iniciado en 1992, su positio sobre virtudes heroicas llevó a que se le declarase Venerable el 7 de julio de 1997. El milagro, para su
beatificación (curación de un linfoma maligno no-Hodgkins en 1981) fue aprobado
por SS Juan Pablo II el 20 de diciembre de 1999.
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