P. Daniel Kerber.
Este
domingo comienza un nuevo año litúrgico. Con el Adviento se abre el tiempo de
la Venida del Señor y de la esperanza vigilante de los creyentes. Durante
cuatro semanas los evangelios nos prepararán a la Venida, la presencia del
Señor en medio nuestro. Este primer domingo, la mirada no está puesta en la
Navidad, sino en la “segunda venida” del Señor; el Señor viene y nos invita a
vigilar.
Después de
afirmar que nadie sabe la hora de la venida del Señor, solo el Padre (v.36), el
texto se desarrolla en dos partes; en la primera (vv.37-39) ilustra con la
imagen del diluvio lo imprevisto de la venida del Señor. Luego, con escenas de
la vida cotidiana y el ejemplo del ladrón en la noche (vv. 40-44) exhorta a
“vigilar”, a “estar atentos” en espera del Señor que llega.
Los discípulos ya le habían preguntado al Señor cuándo
tendría lugar su regreso y del fin del mundo (ver Mt 24,3), Jesús les responde
que hay que estar vigilantes porque no se sabe la hora. Para ilustrarlo retoma
el relato del diluvio; el Señor le había anunciado ya a Noé, pero, sobre los
que no creyeron, el diluvio vino de improviso y los que no estaban preparados
murieron bajo las aguas...
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