Misa Crismal, lavatorio de los pies en la cárcel de menores y tweets del Santo Padre Francisco en la celebración del Jueves Santo:
- Lavatorio de los pies
(RADIO VATICANO).En su homilía, el Pontífice recordó que Jesús lavó los pies a sus discípulos. Y añadió que Pedro no comprendía, pero Jesús explicó su gesto. Dios ha hecho esto y explica a sus discípulos que deben seguir su ejemplo. Si el Señor, el Maestro ha lavado los pies a sus discípulos – dijo el Papa – también ustedes deberían hacer lo mismo. Es el ejemplo del Señor. Entre nosotros el que es más alto debe estar al servicio de los demás. Y éste es un signo: lavar los pies quiere decir: yo estoy a tu servicio. Debemos ayudarnos – afirmó Francisco –. Ayudarnos recíprocamente: esto es lo que Jesús nos enseña. Y estos es lo que yo hago. Y lo hago de corazón – dijo el Papa – porque es mi deber como sacerdote y como obispo. Es un deber – añadió – que me viene del corazón. Me gusta hacerlo – explicó – porque el Señor así me lo ha enseñado.
“A veces –
dijo Francisco – me enojé con uno o con otro. ¡Olvídalo! Y si te piden un
favor, hazlo. Esto es lo que Jesús nos enseña y lo que hago yo”. Pero también
ustedes – observó – ayúdense siempre y así, ayudándonos nos hacemos el bien.
Que cada uno de nosotros piense: ¿estoy dispuesto a servir, estoy dispuesto a
ayudar al otro? Este signo es una caricia de Jesús que ha venido precisamente
para esto, para servir, para ayudarnos.
- Misa Crismal
homilía completa tomada de RADIO VATICANO:
Queridos
hermanos y hermanas
Celebro con
alegría la primera Misa Crismal como Obispo de Roma. Saludo a todos con afecto,
especialmente a ustedes, queridos sacerdotes, que hoy recuerdan, como yo, el
día de la ordenación.
Las Lecturas nos hablan de los «Ungidos»: el siervo de Yahvé
de Isaías, David y Jesús, nuestro Señor. Los tres tienen en común que la unción
que reciben es para ungir al pueblo fiel de Dios al que sirven; su unción es
para los pobres, para los cautivos, para los oprimidos... Una imagen muy bella
de este «ser para» del santo crisma es la del Salmo: «Es como óleo perfumado
sobre la cabeza, que se derrama sobre la barba, la barba de Aarón, hasta la
franja de su ornamento» (Sal 133,2). La imagen del óleo que se derrama, que
desciende por la barba de Aarón hasta la orla de sus vestidos sagrados, es
imagen de la unción sacerdotal que, a través del ungido, llega hasta los
confines del universo representado mediante las vestiduras.
La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en
simbolismos; uno de ellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados
sobre las piedras de ónix que adornaban las hombreras del efod, del que
proviene nuestra casulla actual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis
sobre la del hombro izquierdo (cf. Ex 28,6-14). También en el pectoral estaban
grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 28,21). Esto
significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se
le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos
con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en
el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de
nuestros mártires.
De la belleza de lo litúrgico, que no es puro adorno y gusto
por los trapos, sino presencia de la gloria de nuestro Dios resplandeciente en
su pueblo vivo y consolado, pasamos a fijarnos en la acción. El óleo precioso
que unge la cabeza de Aarón no se queda perfumando su persona sino que se
derrama y alcanza «las periferias». El Señor lo dirá claramente: su unción es
para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están
tristes y solos. La unción no es para perfumarnos a nosotros mismos, ni mucho
menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite...
y amargo el corazón.
Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su
pueblo. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por
ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia.
Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece cuando el
evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de
Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites,
«las periferias» donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los
que quieren saquear su fe. Nos lo agradece porque siente que hemos rezado con
las cosas de su vida cotidiana, con sus penas y alegrías, con sus angustias y sus
esperanzas. Y cuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a
través nuestro, se anima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al
Señor: «Rece por mí, padre, que tengo este problema...». «Bendígame» y «rece
por mí» son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque vuelve
convertida en petición. Cuando estamos en esta relación con Dios y con su
Pueblo, y la gracia pasa a través de nosotros, somos sacerdotes, mediadores
entre Dios y los hombres. Lo que quiero señalar es que siempre tenemos que
reavivar la gracia e intuir en toda petición, a veces inoportunas, a veces
puramente materiales, incluso banales – pero lo son sólo en apariencia – el
deseo de nuestra gente de ser ungidos con el óleo perfumado, porque sabe que lo
tenemos. Intuir y sentir como sintió el Señor la angustia esperanzada de la
hemorroisa cuando tocó el borde de su manto. Ese momento de Jesús, metido en
medio de la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la belleza de
Aarón revestido sacerdotalmente y con el óleo que desciende sobre sus vestidos.
Es una belleza oculta que resplandece sólo para los ojos llenos de fe de la
mujer que padecía derrames de sangre. Los mismos discípulos – futuros
sacerdotes – todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la «periferia
existencial» sólo ven la superficialidad de la multitud que aprieta por todos
lados hasta sofocarlo (cf. Lc 8,42). El Señor en cambio siente la fuerza de la
unción divina en los bordes de su manto.
Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y
su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre
derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones.
No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que
vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser
útiles, pero vivir pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a
hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en
la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a
dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada.
El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco – no digo
«nada» porque nuestra gente nos roba la unción, gracias a Dios – se pierde lo
mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón
presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco
a poco en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el
intermediario y el gestor «ya tienen su paga», y puesto que no ponen en juego
la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que
nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos,
que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de
antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja»,
pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres. Es verdad que la así
llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una
crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar
adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma
nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como
pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la
función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de
Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús.
Queridos fieles, acompañen a sus sacerdotes con el afecto y
la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.
Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el
Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro
corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias»,
allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora. Que nuestra gente nos
sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que
no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y
obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido. Amén.
(RC - RV)
- Tweet después de la misa crismal (RADIO VATICANO):
En español,
@Pontifex_es: “Acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, para
que sean siempre Pastores según el corazón de Dios”.
Italiano:
Siate vicini ai vostri sacerdoti con l’affetto e con la preghiera, perché siano
sempre Pastori secondo il cuore di Dio.
Inglés:
Support your priests with your love and prayers, that they may always be
shepherds after Christ’s heart
Francés: Soyez
proches de vos prêtres par l’affection et la prière, pour qu’ils soient
toujours des pasteurs selon le cœur de Dieu
Portugués :
Permanecei unidos aos vossos sacerdotes com o afecto e a oração, para que sejam
sempre Pastores segundo o coração de Deus
Alemán:
Begleitet die Priester mit eurer Zuneigung und eurem Gebet, damit sie immer
gute Hirten nach dem Herzen Gottes seien.
Polaco:
Bądźcie blisko waszych kapłanów z miłością i modlitwą, aby zawsze byli
Pasterzami według serca Bożego.
Árabe: كونوا قريبين من كهنتكم بالمودة وبالصلاة، لكي يكونوا دائما رُعاةً وفقًا لقلب الله.
Latín:
Presbyteris adhaerescitote vestris amantes sane in Domino precantesque pastores
illi ad Dei ipsius affectionem ut emineant semper.
PLJR -
@pjuregui - Radio Vaticano
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