El Movimiento de los Focolares (obra de María) publica mensualmente la Palabra de Vida en 84 lenguas e idiomas. La misma llega a 14 millones de personas de todo el mundo a través de la prensa, radio, televisión e internet. También recoge testimonios que son el fruto de ponerla en práctica. Para más información del Movimiento en Puerto Rico, puedes escribir a focolarepr@prtc.net
A continuación encontrarás la Palabra de Vida del mes de Agosto 2012, tomado de la página oficial del Movimiento de los Focolares. Autor: Chiara Lubich
«A cualquiera que me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo; pero a cualquiera que me desconozca delante de los hombres, yo también lo desconoceré delante de mi Padre»
Esta es una Palabra que nos da gran consuelo y empuje a
todos nosotros, los cristianos.
Con ella, Jesús nos exhorta a vivir con coherencia nuestra
fe en Él: de la actitud que hayamos tomado en relación con Él durante nuestra
existencia terrenal depende nuestro eterno destino. Si lo reconocemos – nos
dice – delante de los demás, le daremos motivo de que nos reconozca delante de
su Padre; si, por el contrario, lo negamos delante de los demás, también Él nos
negará delante de su Padre.
«A cualquiera que me reconozca delante de los hombres, yo
también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo; pero a
cualquiera que me desconozca delante de los hombres, yo también lo desconoceré
delante de mi Padre».
Porque nos ama, Jesús hace referencia al premio o al castigo
que nos espera después de esta vida. Él sabe, como dice un Padre de la Iglesia,
que a veces el temor a un castigo es más eficaz que una bella promesa. Por eso
alimenta en nosotros la esperanza de la felicidad sin fin y, al mismo tiempo,
con tal de salvarnos, suscita en nosotros el temor de la condenación.
Lo que le interesa es que lleguemos a vivir para siempre con
Dios. Al fin y al cabo, esto es lo único que cuenta; es el fin por el cual
hemos sido llamados a la existencia. Sólo con Él, de hecho, alcanzaremos la
completa realización de nosotros mismos y saciaremos plenamente todas nuestras
aspiraciones. Por eso Jesús nos exhorta a “reconocerlo” desde aquí abajo. Si en
cambio, en esta vida, no queremos tener nada que ver con Él, si ahora renegamos
de Él, cuando tengamos que ir a la otra vida, nos encontraremos separados de Él
para siempre.
Por lo tanto, al concluir nuestro camino terrenal, Jesús no
hará otra cosaque confirmar delante del Padre la elección que cada uno ha hecho
en la Tierra, con todas sus consecuencias. Y con referencia al Juicio Final, Él
nos muestra toda la importancia y la seriedad de la decisión que nosotros
tomamos aquí abajo: en efecto, está en juego nuestra eternidad.
«A cualquiera que me reconozca delante de los hombres, yo
también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo; pero a
cualquiera que me desconozca delante de los hombres, yo también lo desconoceré
delante de mi Padre».
¿Cómo podemos sacar provecho de esta advertencia que nos
hace Jesús? ¿Cómo vivir esta Palabra suya?
Él mismo lo dice: « A cualquiera que me reconozca…».
Decidámonos entonces a reconocerlo delante de los hombres
con sencillez y franqueza.
Venzamos el respeto humano. Salgamos de la mediocridad y de
los pactos interesados que vacían de autenticidad nuestra vida también como
cristianos.
Recordemos que estamos llamados a ser testigos de Cristo: Él
quiere llegar a todos los hombres con su mensaje de paz, de justicia y de amor
precisamente a través de nosotros.
Testimoniémoslo en cualquier lugar que nos encontremos por
motivos de familia, de trabajo, de amistad, de estudio o por las diferentes
circunstancias de la vida.
Demos este testimonio, sobre todo, con nuestro
comportamiento: con la honestidad de nuestra vida, con la pureza de nuestras
costumbres, con el desapego al dinero, con la participación en las alegrías y
en los sufrimientos de los demás.
Démoslo, en modo particular, con nuestro amor recíproco, con
nuestra unidad, de modo que la paz y la alegría pura, prometidas por Jesús a
quienes permanecen unidos a Él, nos inunden el alma desde ahora aquí en la
Tierra y se desborden sobre los demás.
Y a cualquiera que nos pregunte por qué nos comportamos así,
por qué estamos tan serenos, aun en medio de un mundo tan atormentado,
respondamos con humildad y con sinceridad las palabras que nos sugiera el
Espíritu Santo, para así dar testimonio de Cristo también con la palabra,
incluso en el plano de las ideas.
Entonces, puede suceder que muchos de aquellos que lo
buscan, lo encuentren.
Otras veces, puede que seamos malinterpretados, rechazados,
podremos ser objeto de burlas, quizás de aversión y de persecución. Jesús
también nos advirtió esto: «Si me han perseguido a mí, también los perseguirán
a ustedes»[1].
Estamos entonces en el camino justo. Prosigamos
testimoniándolo con valentía, incluso en medio de las pruebas, aunque nos
cueste la vida. La meta que nos espera lo merece: el Cielo donde Jesús, a quien
amamos, nos reconocerá delante de su Padre por toda la eternidad.
Chiara Lubich
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