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Párroco: Padre Carlos Pérez

jueves, 29 de marzo de 2012

¿Qué es la Semana Santa? Significado, estructura y elementos

Conoce la estructura de la Semana Santa y su importancia para la iglesia (para  la vida de cada católico)



(texto en su mayoría tomado del especial de Semana Santa de encuentra.com)
Ha terminado la cuaresma, el tiempo de conversión interior y de penitencia, y después de la entrada triunfal en Jerusalén, la cual da comienzo a la Semana Mayor, en la cual  se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Para los cristianos la semana santa no es el recuerdo de un hecho histórico cualquiera, es la contemplación del amor de Dios que permite el sacrificio de su Hijo, el dolor de ver a Jesús crucificado, la esperanza de ver a Cristo que vuelve a la vida y el júbilo de su Resurrección.

La Liturgia dedica especial atención a esta semana, a la que también se le ha denominado “Semana Mayor” o “Semana Grande”, por la importancia que tiene para los cristianos el celebrar el misterio de la Redención de Cristo, quien por su infinita misericordia y amor al hombre, decide libremente tomar nuestro lugar y recibir el castigo merecido por nuestros pecados.

Para esta celebración, la Iglesia invita a todos los fieles al recogimiento interior, haciendo un alto en las labores cotidianas para contemplar detenidamente el misterio pascual, no con una actitud pasiva, sino con el corazón dispuesto a volver a Dios, con el ánimo de lograr un verdadero dolor de nuestros pecados y un sincero propósito de enmienda para corresponder a todas las gracias obtenidas por Jesucristo.

La muerte de Cristo nos invita a morir también, no físicamente, sino a luchar por alejar de nuestra alma la sensualidad, el egoísmo, la soberbia, la avaricia… la muerte del pecado para estar debidamente dispuestos a la vida de la gracia.

La Resurrección del Señor nos abre las puertas a la vida eterna, su triunfo sobre la muerte es la victoria definitiva sobre el pecados. Este hecho hace del domingo de Resurrección la celebración más importante de todo el año litúrgico.

Resucitar en Cristo es volver de las tinieblas del pecado para vivir en la gracia divina. Ahí está el sacramento de la penitencia, el camino para revivir y reconciliarnos con Dios. Es la dignidad de hijos de Dios que Cristo alcanzó con la Resurrección.

Así, mediante la contemplación del misterio pascual y el concretar propósitos para vivir como verdaderos cristianos, la pasión, muerte y resurrección adquieren un sentido nuevo, profundo y trascendente, que nos llevará en un futuro a gozar de la presencia de Cristo resucitado por toda la eternidad.

Estructura y elementos
La Semana Santa tiene dos partes esenciales: el final de la Cuaresma (Domingo de Ramos, Lunes, Martes y Miércoles Santos) y el Triduo Pascual (Jueves, Viernes y Sábado). Este es el tiempo más importnate de la Iglesia en todo el año.

El Domingo de Ramos

El recuerdo triunfal de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén antes de la Pascua inicia la Semana Santa. Durante este domingo recordamos la Majestad de Cristo Rey. El Domingo de Ramos nos recuerda que Jesús es El Cristo de Dios, el Ungido, el Mesías. El domingo de ramos y la conciencia de que Jesús es Dios hecho Hombre que ha venido al mundo para salvarnos de la esclavitud del pecado es un hecho fundamental. Dios promete a los hombres la liberación de las cadenas. Y con la entrada Triunfal en Jerusalén, queda claro que esa liberación está muy lejos de lo que esperaban los judíos: un triunfo terreno, un libertador del yugo romano. La promesa de Dios estaba muy por encima de esas pretensiones.

Comienza el domingo de ramos con una procesión de ramos y la celebración eucarística. En la primera parte se celebra el triunfo de Jesús. Tras la aspersión de los ramos se proclama el Evangelio. Empieza la Semana Santa y procede la Eucaristía. Se pasa del aspecto victorioso de los ramos a la cara dolorosa de la Pasión. Jesús entra triunfante, pero es en la Cruz donde adquirirá su auténtico trono, y su resurrección nos abrirá las puertas del cielo. El domingo de Ramos nos recuerda que nuestra vida cristiana es un paso de las tinieblas a la luz, de la humillación a la gloria, de la esclavitud del pecado a la liberación por la Gracia.

Del domingo de ramos al jueves Santo aparecen tres días, el Lunes, Martes y Miércoles Santos, que nos permitirán reflexionar en la importancia de la Semana Santa que llegará a su punto álgido con el Triduo Pascual.





El Triduo Pascual se abre con el Jueves Santo, un momento fundamental para el Calendario Litúrgico y nuestra vida de Cristianos, pues en este día recordamos que Jesucristo es modelo de humildad al lavar los pies de sus discípulos, recordándonos que Él no vino a ser servido, sino a servir. 

-«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis». Juan 13,15

Este ejemplo de Nuestro Señor se recuerda en el Jueves Santo para subrayar la importancia que tiene la virtud de la Humildad en nuestra vida de seguidores de Jesús. Tras el lavatorio de pies, el Jueves Santo debemos recordar la Institución de la Eucaristía: el Sacramento de Sacramentos.






En el Jueves Santo conmemoramos y revivimos el triple misterio y bendición que Jesús nos dejó: La institución de la Eucaristía, la institución del Sacerdocio, la celebración de la Nueva Alianza manifestada en el amor infinito y la caridad fraterna del signo del lavatorio de los pies.

Después de la celebración eucarística, el Santísimo Sacramento es trasladado en santa procesión hacia el Santo Monumento, donde se adora hasta mediodía del Viernes Santo. El altar es despojado de todos los ornamentos y permanece así hasta el Sábado Santo, así como Jesús se despoja de sus ropas y hasta de su propia vida.


La noche del Jueves Santo se torna oscura con la Oración del Huerto. La contemplación del dolor de Nuestro Señor comienza a estremecernos y nos prepara para comprender la profundidad de la Pasión del Señor.

Tras el Jueves Santo llega el terrible dolor del Viernes Santo, cuando recordamos el prendimiento, flagelación, juicio, camino del Calvario, crucifixión y muerte del Señor Jesucristo. Es un día que debe animarnos a una profunda reflexión, a una concentración profunda en el misterio de la muerte del Señor. Valdrá mucho la pena que en el Viernes Santo leamos el Evangelio atentamente, y que reflexionemos seriamente sobre nuestra vida y la generosidad de Dios que da Su Vida para nuestra salvación.

Este día se conmemora la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo. Después de la lectura de las 7 Palabras, de la Pasión completa según San Juan, se pide a Dios de manera más profunda y respetuosa por la Iglesia, por el Papa, por el clero, por los fieles, por los gobernantes, por nuestros hermanos separados, por las personas pertenecientes a otras religiones y por los ateos. Después se procede a descubrir la Santa Cruz para la veneración de todos los fieles y posteriormente se recibe a Jesús presente en la Eucaristía.

Luego se inicia el rezo del Via Crucis (Camino de la Cruz)  y se prepara el Cristo yaciente para introducirlo al Santo Sepulcro. 

Con la muerte del Señor en la cruz, el mundo se cubre de tinieblas. Un momento de espera angustiosa en la que la Iglesia nos pide que acudamos a la Santísima Virgen, la madre dolorosa que ha recibido de José de Arimatea el cuerpo sin vida de Jesús. 




El Sábado Santo  se honra el descanso de Jesús en su sepulcro, su descenso a los infiernos y su encuentro con todos aquellos que murieron antes de Jesús. Celebramos que Jesús descendió a los infiernos a abrirles las puerta del cielo (que estaban cerradas por el pecado), a los fieles que habían muerto antes de la llegada de Jesucristo, empezando por Adán y Eva.

El cristiano, unido a los dolores de María, sabe que el silencio de Dios en el mundo es sólo aparente y se llena de esperanza para la vida futura, la resurrección. Es precisamente en este sábadosanto cuando podemos apreciar la grandeza de la Santísima Virgen.


El Santo Padre Benedicto XVI nos dice al respecto: «… El Sábado Santo se caracteriza por un profundo silencio. Las Iglesias están desnudas y no están previstas liturgias particulares.  Mientras esperan el gran acontecimiento de la Resurrección, los creyentes perseveran con María en la espera, rezando y meditando. Hace falta un día de silencio para meditar en la realidad de la vida humana, en las fuerzas del mal y en la gran fuerza del bien que surge de la Pasión y de la Resurrección del Señor. Tiene una gran importancia en este día la participación en el Sacramento de la reconciliación, indispensable camino para purificar el corazón y predisponerse para celebrar  la Pascua íntimamente renovados. Cristo con su muerte, ha derrotado el mal para siempre y ha donado a todos los hombres la vida misma de Dios. Según una antigua tradición, durante la Vigilia Pascual, los catecúmenos reciben el Bautismo para subrayar! la participación de los cristianos en el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo. De la esplendorosa noche de Pascua, la alegría, la luz y la paz de Cristo se extienden en la vida de los fieles de toda comunidad cristiana y llegan a todos los puntos del espacio y del tiempo…» (BENEDICTO XVI, Alocución sobre el Triduo Pascual, 19 de marzo de 2008)


Vigilia Pascual - Domingo de Resurrección 

En la Vigilia Pascual, se celebra a Cristo como luz del mundo que, con su muerte y resurrección, vence a las tinieblas del pecado. Se empieza con la bendición del fuego, bendición del cirio, procesión y pregón pascual. Seguido con  la liturgia de la Palabra, liturgia bautismal y liturgia eucarística.

Cristo nuestra esperanza ha Resucitado; pues esta es la novedad en la vida cristiana y esto es lo  que caracteriza y diferencia sustancialmente al hombre creyente del no creyente, al hombre de fe de aquel que no tiene fe: la esperanza, y por lo tanto no es cualquier esperanza,  porque esta esperanza puesta en Cristo Resucitado: da sentido a la vida del hombre, recrea su existencia. Éste es el júbilo de la Vigilia Pascual, con la Resurrección de Cristo todos nosotros somos liberados. Por medio de la resurrección el amor se ha revelado más fuerte que la muerte, más fuerte que el mal y que el pecado.
  
El Papa Benedicto XVI nos dice:
«…Pidamos, pues, en esta noche: Señor, demuestra también hoy que el amor es más fuerte que el odio. Que es más fuerte que la muerte. Baja también en las noches y a los infiernos de nuestro tiempo moderno y toma de la mano a los que esperan. ¡Llévalos a la luz! ¡Estate también conmigo en mis noches oscuras y llévame fuera! ¡Ayúdanos a llegar al "sí" del amor, que nos hace bajar y precisamente así subir contigo!...» (BENEDICTO  XVI, Homilía en la Vigilia Pascual, 8 abril 2007).


Con la vigilia del sábado santo en la noche, concluye la Semana Mayor al dar inicio a la Pascua de Resurrección del Señor. Del dolor y la oscuridad pasamos a ver a un Jesucristo deslumbrante, Rey de Reyes. Comienza la Pascua con el Domingo de Resurrección, y llega la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, al momento cúspide en el calendario litúrgico. Jesús ha muerto por nosotros, pero ha resucitado abriéndonos las puertas del Cielo.


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