tomado de la Arquidiócesis de San Juan.
Autor: MONS.
LEONARDO J. RODRIGUEZ JIMENES - MODERADOR DE LA CURIA Y VICARIO GENERAL
Estimados hermanos:
Del 18-25 la Iglesia y otros hermanos cristianos celebramos
el octavario de oración por la unidad de los cristianos. Teniendo esa
importante intención en mente y lo que nos dirá S. Pablo en la lectura de este
II Domingo Durante el Año les presento esta antigua y nueva reflexión de S.
Agustín, que sigue siendo vigente hoy.
Espero que les sea de provecho para
buscar la unidad al interior de nuestra Iglesia y entre todos los cristianos.
Dios nos bendiga y nos dé la unidad.
P. Leonardo J. Rodríguez Jimenes
SAN AGUSTÍN COMENTA 1 Cor 12,4-11
También nosotros recibimos el Espíritu Santo si amamos a la
Iglesia, si estamos unidos por la caridad y si nos gozamos en la fe y nombre
católicos. Creámoslo así, hermanos. En el mismo grado en que alguien ama a la
Iglesia, en ese mismo grado posee el Espíritu Santo. El Espíritu Santo se dio
-como dice el Apóstol- con vistas a una manifestación (1 Cor 12,7).
¿De qué manifestación se trata? Lo indica el mismo Apóstol:
Por el Espíritu a uno se le dan palabras de sabiduría; a otro, según el mismo
Espíritu, palabras de ciencia; a otro la fe, en el mismo Espíritu; a otro el
don de curaciones, en virtud del único Espíritu y a otro el obrar milagros en
el mismo Espíritu (1 Cor 12,7-10).
Se dan muchos dones a fin de que se manifiesten; pero tal
vez tú no tienes ninguno de ellos. Si amas no estás sin nada; si amas la
unidad, cualquier cosa que tenga otro en ella la tiene también para ti. Elimina
la envidia y será tuyo lo que yo poseo; elimina la envidia y será mío lo que
posees. La envidia divide, la salud une. El ojo es el único que ve en el
cuerpo; pero ¿acaso ve para sí solo? Ve también para la mano, para el ojo y
para los restantes miembros; de hecho, si el pie tropieza de alguna manera, el
ojo no mira a otro lado para evitar el tomar precauciones. De igual manera sólo
la mano obra en el cuerpo; pero ¿acaso obra para sí sola? También obra para el
ojo; en efecto, si algo golpea no la mano sino el rostro, ¿dice acaso la mano:
«No me muevo, pues el golpe no llega a mí?». De igual manera, cuando el pie
camina, milita en favor de todos los miembros. Los restantes miembros callan,
pero la lengua habla por todos.
Así, pues, tenemos el Espíritu Santo si amamos la Iglesia;
la amamos si permanecemos en su unidad y caridad. El mismo Apóstol, después de
hablar de los diferentes dones que se distribuyen a los distintos hombres, como
funciones de cada uno de los miembros añade: Voy a mostraros todavía un camino
mucho más excelente (1 Cor 12,31), y comienza a hablar de la caridad. La antepuso
al hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; la antepuso a los
milagros de la fe; la antepuso a la ciencia y a la profecía; la antepuso
también a aquella gran obra de misericordia de distribuir a los pobres todo lo
que se posee; y, por último, la antepuso incluso a sufrir la pasión en el
cuerpo. Antepuso la caridad a todas estas cosas tan excelentes. Tenla a ella y
lo tendrás todo, puesto que sin ella de nada te servirá todo lo demás que
poseas. Y como el Espíritu Santo es el autor de la caridad de que se está
hablando (es precisamente el tema del Espíritu Santo el que se trata ahora en
el evangelio), oye al Apóstol, que dice: La caridad de Dios se ha derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rom 5,5).
(Comentarios
sobre el evangelio de San Juan 32,8)
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