Palabras del
Papa a los peregrinos de lengua española – tomado de RADIO VATICANO
Saludo con afecto a los
peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. En la liturgia
de este día, Jesús hace saber a sus discípulos que en la comunidad de hermanos
ha de existir ante todo el amor. Amar al hermano no sólo es acogerle en su
necesidad; también, a veces, es saber decirle una palabra de corrección. Si
algún hermano peca, no dejemos de amarle, invitándolo a volver al buen camino.
Exhorto a todos a encomendar a la Santísima Virgen María los propósitos de
conformar la auténtica vida fraterna a la que el Señor nos llama. Feliz
Domingo.
Texto y
audio completo en español de las palabras del Papa en el Ángelus - tomado de RADIO VATICANO
Queridos hermanos y hermanas:
Las Lecturas bíblicas de la Misa
de este domingo convergen en el tema de la caridad fraterna en la comunidad de
los creyentes, que tiene su fuente en la comunión de la Trinidad. El apóstol
Pablo afirma que toda la Ley de Dios encuentra su plenitud en el amor, de modo
que, en nuestras relaciones con los demás, los diez mandamientos y cualquier
otro precepto se resumen en: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Cfr. Rm 13,
8-10).
El texto del Evangelio, tomado
del capítulo 18 de Mateo, dedicado al a vida de la comunidad cristiana, nos
dice que el amor fraterno comporta también un sentido de responsabilidad
recíproca, por lo que, si mi hermano comete una culpa contra mí, yo debo ser
caritativo con él y, ante todo, hablarle personalmente, haciéndole presente que
lo que ha dicho o hecho no es bueno. Este modo de actuar se llama corrección fraterna:
no es una reacción a la ofensa sufrida, sino que es movida por el amor por el
hermano. Comenta San Agustín: “Aquel que te ha ofendido, ofendiéndote, se ha
inferido a sí mismo una grave herida, y tú ¿no te preocupas por la herida de un
hermano tuyo? ... Tú debes olvidar la ofensa que has recibido, no la herida de
tu hermano” (Discursos 82, 7).
¿Y si el hermano no me escucha?
Jesús en el Evangelio de hoy indica una gradualidad: primero ir a hablarle con
otras dos o tres personas, para ayudarlo mejor a darse cuenta de lo que ha
hecho; si a pesar de esto, él rechaza aún la observación, es necesario decirlo
a la comunidad; y si no escucha ni siquiera a la comunidad, hay que hacerle
percibir la separación que él mismo ha provocado, separándose de la comunión de
la Iglesia. Todo esto indica que hay una corresponsabilidad en el camino de la
vida cristiana: cada uno, consciente de sus propios límites y defectos, está
llamado a recibir la corrección fraterna y a ayudar a los demás con este
servicio particular.
Otro fruto de la caridad en la
comunidad es la oración concorde. Dice Jesús: “Les aseguro también que si dos
de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere,
lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o
tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,19-20). La
oración personal ciertamente es importante, es más, indispensable, pero el
Señor asegura su presencia a la comunidad que –aún si es muy pequeña– está
unida y unánime, porque ella refleja la realidad misma de Dios Uno y Trino,
perfecta comunión de amor.
Dice Orígenes que “debemos
ejercitarnos en esta sinfonía” (Comentario al Evangelio de Mateo 14, 1), es
decir en esta concordia al interno de la comunidad cristiana. Debemos
ejercitarnos tanto en la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y
sencillez de corazón, cuanto en la oración, para que suba a Dios de una
comunidad verdaderamente unida en Cristo. Interroguémonos sobre todo esto por
intercesión de María Santísima, Madre de la Iglesia, y de San Gregorio Magno,
Papa y Doctor, a quien ayer hemos recordado en la liturgia.
Traducción
de María Fernanda Bernasconi - RV
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