Palabras del Papa a los peregrinos de lengua
española: - tomado de RADIO VATICANO
Saludo con afecto a los
peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. En el
Evangelio de este domingo, el propietario de la viña representa al Padre
Celestial, que sale, una y otra vez, en busca de aquellos que quieren trabajar
en su viña, y “da como recompensa, dice San Agustín, un denario a cada uno
porque a todos será igualmente dada la misma vida eterna”. Invito a todos a
reconocer la inmensa generosidad y bondad de Dios, que está por encima de los
cálculos humanos. Lo que el Señor espera de nosotros es que cada uno haga bien
y confiadamente su trabajo, y que reciba con gratitud lo que de Él procede.
¡Feliz Domingo!
Traducción completa de la reflexión previa a la
oración del Ángelus - tomado de RADIOVATICANO
¡Queridos hermanos y hermanas!
En la liturgia de hoy inicia la
lectura de la Carta de San Pablo a los Filipenses, es decir, a los miembros de
la comunidad que el Apóstol mismo fundó en la ciudad de Filipos, importante
colonia romana en Macedonia, hoy en la Grecia septentrional. Pablo llegó a
Filipos durante su segundo viaje misionero, proveniente de la costa de Anatolia
y atravesando el mar Egeo. Fue esa la primera vez en la que el Evangelio llegó
a Europa. Estamos en torno al año 50, por lo tanto, unos veinte años después de
la muerte y resurrección de Jesús. Y sin embargo, en la Carta a los Filipenses,
está contenido un himno a Cristo que ya presenta una síntesis completa de su
misterio: encarnación, kenosis, o sea, humillación hasta la muerte de cruz, y
glorificación. Este mismo misterio se ha hecho un todo con la vida del apóstol
Pablo, que escribe esta carta mientras se encuentra en prisión, en espera de
una sentencia de vida y de muerte. El afirma: “para mí la vida es Cristo, y la
muerte, una ganancia” (Fil 1,21). Es un nuevo sentido de la vida, de la existencia
humana que consiste en la comunión con Jesucristo viviente; no sólo con un
personaje histórico, un maestro de sabiduría, un líder religioso, sino con un
hombre en el que habita personalmente Dios. Su muerte y resurrección es la
Buena Noticia que, partiendo de Jerusalén, esta destinada a alcanzar a todos
los hombres y a todos los pueblos y a transformar desde el interior todas las
culturas, abriéndolas a la verdad fundamental: Dios es amor, se ha hecho hombre
en Jesús y con su sacrificio ha rescatado a la humanidad de la esclavitud del
mal, donándole una esperanza confiable.
San Pablo era un hombre que
resumía en sí mismo tres mundos: el hebreo, el griego y el romano. No por
casualidad, Dios confió a él la misión de llevar el Evangelio desde Asia Menor
hasta Grecia y luego a Roma, lanzando un puente que habría proyectado al
Cristianismo hasta los extremos confines de la tierra. Hoy vivimos en una época
de nueva evangelización. Vastos horizontes se abren al anuncio del Evangelio,
mientras regiones de antigua tradición cristiana están llamadas a redescubrir
la belleza de la fe. Protagonistas de esta misión son los hombres y mujeres
que, como San Pablo, pueden decir: “Para mi vivir es Cristo”. Personas,
familias, comunidades que aceptan trabajar en la viña del Señor, según la
imagen del Evangelio de este domingo (cfr Mt 20,1-16). Obreros humildes y
generosos, que no piden otra recompensa si no aquella de participar en la
misión de Jesús y de la Iglesia. “Si el vivir en len cuerpo – escribe aún San
Pablo- significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger” (Fil 1,22): si la
unión plena con Cristo más allá de la muerte, o el servicio a su cuerpo místico
en esta tierra.
Queridos amigos, el Evangelio ha
transformado al mundo, y todavía lo está transformando, como un río que riega
un inmenso campo. Dirijámonos en oración a la Virgen María, para que en toda la
Iglesia maduren vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales para el servicio
de la nueva evangelización
Saludos en diversas lenguas
Después del
rezo mariano del Ángelus, el Pontífice ha saludado en distintas lenguas a los
presentes.
Dirigiéndose
a los fieles italianos, el Papa ha recordado que ayer en Turín fue proclamado
Beato monseñor Francesco Paleari, de la Sociedad de los Sacerdotes de San Giuseppe
Cottolengo. Nacido en Pogliano Milanese en 1863, de humilde familia campesina,
entró muy joven en el seminario y, tras la Ordenación, se dedicó a atender a
los pobres y enfermos en la Pequeña Casa de la Divina Providencia, pero también
a la enseñanza, distinguiéndose por su afabilidad y paciencia. “¡Demos gracias
a Dios -ha pedido el Papa- por este luminoso testimonio de su amor!”
A los
peregrinos de lengua francesa, el Santo Padre les ha recordado que “estamos
empezando el curso escolar”. Y ha dicho que “los años pasados en la escuela son
muy importantes. “Se expande la mente y el campo de conocimiento, pero en la
escuela también se aprende a vivir juntos”. Benedicto XVI ha exhortado a los
padres, que son los primeros educadores de sus hijos, a animarles en su tarea
escolar. “Tómense el tiempo que necesiten para escuchar y hablar con ellos,
acerca de lo que están viviendo”. “Así les ayudaréis a tomar las decisiones
correctas. La familia y la escuela, son la buena tierra que da forma al futuro
de la humanidad del mañana. Para ello, les pido que recen para que cada niño
pueda recibir toda la educación a la que tienen derecho”.
El Papa
dirigiéndose después a los peregrinos de lengua inglesa ha recordado que en el
Evangelio de hoy, Jesús compara el reino de los cielos a las acciones de un
propietario que es generoso con todos los trabajadores en su viña. “Quizás a
veces podemos sentir envidia del éxito de los demás o, que no hemos sido
suficientemente beneficiados por nuestro servicio”, ha señalado el Pontífice.
Pero esforzaos siempre en ser humildes siervos del Señor y alegraos cuando Dios
derrame abundantes gracias sobre quienes nos rodean”.
Saludando a
sus compatriotas, en lengua alemana, el Santo Padre ha comentado también las
lecturas bíblicas de este domingo. Así mismo, ha afirmado que está deseando que
llegue el momento del encuentro con la gente que le espera, durante su visita a
Alemania, esta próxima semana. “Les pido que me acompañen en la oración el día
de mi viaje, y que en el Señor redescubramos la belleza y la frescura de la
fe”.
Traducción
de Alina Tufani Díaz y Eduardo Rubió
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