Autor: Radio Vaticano
Algunas de
las sugerencias recomendadas por la nota recomienda mejorar la calidad de la formación catequista, la celebración de la fe en la liturgia especialmente en
la Eucaristía.
Sabado, 07
ene (RadioVaticano).- “La finalidad del “Año de la fe es contribuir a una renovada
conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, para que todos los
miembros de la Iglesia sean testigos creíbles y gozosos del Señor resucitado,
capaces de indicar la puerta de la fe a tantas personas que buscan la verdad”.
Estas palabras introducen la Nota con las indicaciones pastorales para el Año
de la fe, fechada el 6 de enero 2012, Solemnidad de la Epifanía, y qué fué
publicada el 7 de enero, por la Congregación para la Doctrina de la fe.
Se recuerda
que con la Carta apostólica Porta fidei del 11 de octubre 2011, Benedicto XVI
ha proclamado un Año de la fe que comenzará el 11 de octubre 2012, fecha del
50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará el 24 de
noviembre 2013, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
La nota de
la Congregación para la doctrina de la fe recuerda que con la promulgación de
dicho Año, el Santo Padre desea colocar en el centro de la atención eclesial
aquello a lo que, desde el inicio de su pontificado, concede mayor importancia,
es decir, el encuentro con Jesucristo y la belleza de la fe en Él. Igualmente,
el comunicado pone de relieve que los aniversarios que se celebrarán durante el
Año de la Fe asumen una mayor relevancia, pues serán una ocasión privilegiada
para promover el conocimiento y la difusión de los contenidos del Concilio
Vaticano II y también del Catecismo de la Iglesia Católica que cumplirá, el 11
de octubre de este año, el 20º aniversario de su promulgación por el beato Juan
Pablo II.
Las
propuestas de la Nota de la Congregación para la Doctrina de la fe se articulan
en cuatro niveles: Iglesia universal; Conferencias Episcopales; Diócesis; y las
Parroquias, Comunidades, Asociaciones y Movimientos. Y entre las sugerencias
particulares de la nota, recomienda iniciativas ecuménicas; mejorar la calidad
de la formación catequística; utilizar ampliamente los nuevos lenguajes de la
comunicación y del arte, en “transmisiones televisivas o radiofónicas,
películas y publicaciones; promover un “diálogo renovado y creativo entre fe y
razón mediante simposios, congresos y jornadas de estudio, especialmente en las
Universidades católicas”; sin olvidar que la propuesta central sigue siendo la
celebración de la fe en la liturgia, concretamente en la Eucaristía, porque “en
la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización.
Por último
se informa que en el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva
Evangelización se instituirá una Secretaría para el Año de la fe, con el fin de
coordinar las diversas iniciativas promovidas por los Dicasterios de la Santa
Sede y aquéllas que sean relevantes para la Iglesia universal”. Las
indicaciones ofrecidas en la Nota-concluye el comunicado- tienen la finalidad
de invitar a todos los miembros de la Iglesia a comprometerse en el Año de la
fe para redescubrir y “compartir lo más valioso que tiene el cristiano:
Jesucristo, redentor del hombre, Rey del Universo, ‘iniciador y consumador de
la fe’.
Indicaciones
pastorales para el Año de la Fe.
Introducción
Con la
Carta apostólica Porta fidei , del 11 de octubre de 2011, el Santo Padre
Benedicto XVI ha proclamado un Año de la fe, que comenzará el 11 de octubre de
2012, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico
Vaticano II, y concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Nuestro
Señor Jesucristo, Rey del Universo.
Ese año
será una ocasión propicia para que todos los fieles comprendan con mayor
profundidad que el fundamento de la fe cristiana es «el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva»1. Fundada en el encuentro con Jesucristo
resucitado, la fe podrá ser redescubierta integralmente y en todo su esplendor.
«También en nuestros días la fe es un don que hay que volver a descubrir,
cultivar y testimoniar. Que en esta celebración del Bautismo el Señor nos
conceda a todos la gracia de vivir la belleza y la alegría de ser cristianos»2.
El comienzo
del Año de la fe coincide con el recuerdo agradecido de dos grandes eventos que
han marcado el rostro de la Iglesia de nuestros días: los cincuenta años
pasados desde la apertura del Concilio Vaticano II por voluntad del Beato Juan
XXIII (1 de octubre de 1962) y los veinte años desde la promulgación del
Catecismo de la Iglesia Católica, legado a la Iglesia por el Beato Juan Pablo
II (11 de octubre de 1992).
Según las
palabas del Papa Juan XXIII, el Concilio ha querido «transmitir pura e íntegra,
la doctrina, sin atenuaciones ni deformaciones» comprometiéndose a que «esta
doctrina, cierta e inmutable, que debe ser fielmente respetada, sea
profundizada y presentada de manera que corresponda a las exigencias de nuestro
tiempo»3. En este sentido, continúa siendo de crucial importancia la afirmación
inicial de la Constitución dogmática Lumen gentium: «Cristo es la luz de los
pueblos. Por ello este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea
ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda
criatura (cf. Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz
de la Iglesia»4. Desde la luz de Cristo que purifica, ilumina y santifica en la
celebración de la sagrada liturgia (cf. Constitución Sacrosanctum Concilium), y
con su palabra divina (cf. Constitución dogmática Dei Verbum) el Concilio ha
querido ahondar en la naturaleza íntima de la Iglesia (cf. Constitución
dogmática Lumen gentium) y su relación con el mundo contemporáneo (cf.
Constitución pastoral Gaudium et spes). Alrededor de sus cuatro Constituciones,
verdaderos pilares del Concilio, se agrupan las Declaraciones y Decretos, que
abordan algunos de los principales desafíos de nuestro tiempo.
Después del
Concilio, la Iglesia ha trabajado para que sus ricas enseñanzas sean recibidas
y aplicadas en continuidad con toda la Tradición y bajo la guía segura del
Magisterio. Para facilitar la correcta recepción del Concilio, los Sumos
Pontífices han convocado reiteradamente el Sínodo de los Obispos5, instituido
por el Siervo de Dios Pablo VI en 1965, proponiendo a la Iglesia directrices
claras a través de las diversas Exhortaciones apostólicas post-sinodales. La
próxima Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en octubre de 2012, tendrá
como tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
Desde el
comienzo de su pontificado, el Papa Benedicto XVI se ha comprometido firmemente
en procurar una correcta comprensión del Concilio, rechazando como errónea la
llamada «hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura», y promoviendo la
que él mismo ha llamado «‘hermenéutica de la reforma’, de la renovación dentro
de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un
sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el
mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino»6.
El
Catecismo de la Iglesia Católica, colocándose en esta línea, por un lado se
presenta como un «auténtico fruto del Concilio Vaticano II»7, y por otro
intenta favorecer su acogida. El Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985,
convocado con ocasión del vigésimo aniversario de la clausura del Concilio
Vaticano II y para hacer un balance de su recepción, sugirió la preparación de
este Catecismo para ofrecer al pueblo de Dios un compendio de toda la doctrina
católica y un texto de referencia segura para los catecismos locales. El Papa
Juan Pablo II aceptó esta propuesta como un deseo de «responder plenamente a
una necesidad real de la Iglesia universal y las Iglesias particulares»8.
Redactado en colaboración con todo el episcopado de la Iglesia Católica, este
Catecismo «manifiesta de verdad una cierta ‘sinfonía’ de la fe».9
El
Catecismo presenta «lo nuevo y lo viejo (cf. Mt 13, 52), dado que la fe es
siempre la misma y, a la vez, es fuente de luces siempre nuevas. Para responder
a esa doble exigencia, el Catecismo de la Iglesia Católica, por una parte, toma
la estructura "antigua", tradicional, ya utilizada por el catecismo
de san Pío V, articulando el contenido en cuatro partes: Credo; Sagrada
Liturgia, con los sacramentos en primer lugar; el obrar cristiano, expuesto a
partir del Decálogo; y, por último, la oración cristiana. Con todo, al mismo
tiempo, el contenido se expresa a menudo de un modo "nuevo", para
responder a los interrogantes de nuestra época»10. Este Catecismo es «un
instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial, y una regla
segura para la enseñanza de la fe»11. Allí se hallan «los contenidos
fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente. En efecto, en
él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido,
custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada
Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos
de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los
diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en
la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe»12.
El Año de
la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al
redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean
para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado,
capaces de señalar la "puerta de la fe"a tantos que están en búsqueda
de la verdad. Esta "puerta" abre los ojos del hombre para ver a
Jesucristo presente entre nosotros «todos los días hasta el fin del mundo» (Mt
28, 20). Él nos enseña cómo «el arte del vivir» se aprende «en una relación
intensa con él»13. «Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de
cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio
del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es
necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva
evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el
entusiasmo de comunicar la fe».14
Por encargo
del Papa Benedicto XVI15, la Congregación para la Doctrina de la Fe, de acuerdo
con los Dicasterios competentes de la Santa Sede y con la contribución de la
Comisión para la preparación del Año de la fe16, ha escrito esta Nota con
indicaciones para vivir este tiempo de gracia, las cuales no excluyen otras
propuestas que el Espíritu Santo quiera suscitar entre los pastores y fieles de
distintas partes del mundo.
Indicaciones
«Sé en
quien he puesto mi confianza» (2 Tm 1, 12): estas palabras de San Pablo nos
ayudan a comprender que la fe «es ante todo una adhesión personal del hombre a
Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la
verdad que Dios ha revelado»17. La fe como confianza personal en el Señor y la
fe que profesamos en el Credo son inseparables, se evocan y exigen mutuamente.
Hay un fuerte vínculo entre la fe vivida y sus contenidos: la fe de los
testigos y confesores es también la fe de los apóstoles y doctores de la
Iglesia.
En este
sentido, las siguientes indicaciones para el Año de la fe tienen el objetivo de
favorecer el encuentro con Cristo a través de testigos auténticos de la fe y
aumentar el conocimiento de sus contenidos. Se trata de propuestas que tienen
la intención de solicitar una respuesta eclesial ante la invitación del Santo
Padre, para vivir en plenitud este año como un especial «tiempo de gracia»18.
El redescubrimiento gozoso de la fe también ayudará a consolidar la unidad y la
comunión entre las distintas realidades que conforman la gran familia de la
Iglesia.
I. En el
ámbito de Iglesia universal
1. El
principal evento al comienzo del Año de la fe será la XIII Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada por el Papa Benedicto XVI para
el mes de octubre de 2012 y dedicada Al tema de La nueva evangelización para la
transmisión de la fe cristiana. Durante el Sínodo, el 11 de octubre de 2012
tendrá lugar una solemne celebración para dar inicio al Año de la fe, en
recuerdo del quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.
2. En el
Año de la fe hay que alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de
Pedro, para profesar la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, uniéndose a
aquél que hoy está llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 32).
Será importante también fomentar las peregrinaciones a Tierra Santa, el lugar
que tuvo la primicia de conocer a Jesús, el Salvador, y a María, su madre.
3. Durante
este año será útil invitar a los fieles a dirigirse, con particular devoción a
María, imagen de la Iglesia, que «reúne en sí y refleja en cierto modo las
supremas verdades de la fe»19. Por lo tanto, se debería alentar toda iniciativa
que ayude a los fieles a reconocer el papel especial de María en el misterio de
la salvación, a amarla filialmente y a imitar su fe y virtud. Para ello será
muy conveniente organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los
principales Santuarios.
4. La
próxima Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, en julio de 2013,
ofrecerá a los jóvenes una ocasión privilegiada para experimentar el gozo que
proviene de la fe en el Señor Jesús y de la comunión con el Santo Padre, en la
gran familia de la Iglesia.
5. Al
respecto, sería conveniente la realización de simposios, congresos y reuniones
de gran escala, incluso a nivel internacional, que favorezcan la comunicación
de auténticos testimonios de la fe y el conocimiento de los contenidos de la
doctrina de la Iglesia Católica. Demostrando que también hoy la Palabra de Dios
sigue creciendo y diseminándose, es importante que se dé testimonio de que en
Jesucristo «encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón
humano»20 y que la fe «se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de
acción que cambia toda la vida del hombre»21. Algunos congresos serán
especialmente dedicados al redescubrimiento de las enseñanzas del Concilio
Vaticano II.
6. El Año
de la fe ofrecerá a todos los creyentes una buena oportunidad para profundizar
en el conocimiento de los principales documentos del Concilio Vaticano II y el
estudio del Catecismo de la Iglesia Católica. Esto vale particularmente para
los candidatos al sacerdocio, en especial durante el año propedéutico o los
primeros años de estudios teológicos, para los novicios y novicias de los
Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, así como
para aquellos que se preparan a entrar en una Asociación o Movimiento eclesial.
7. Este año
será una ocasión propicia para acoger con mayor atención las homilías,
catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre. Los pastores,
personas consagradas y fieles laicos serán invitados a un renovado compromiso
de adhesión eficaz y cordial a la enseñanza del Sucesor de Pedro.
8. Durante
el Año de la fe, en colaboración con el Pontificio Consejo para la Unidad de
los Cristianos, se esperan iniciativas ecuménicas dirigidas a invocar de Dios y
favorecer «la restauración de la unidad entre todos los cristianos», que «es
uno de los fines principales que se ha propuesto el Sacrosanto Concilio
Vaticano II»22. En particular, tendrá lugar una solemne celebración ecuménica
para reafirmar la fe en Cristo de todos los bautizados.
9. En el
Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización será
establecida una secretaría especial para coordinar las diversas iniciativas
sobre el Año de la fe promovidas por los distintos Dicasterios de la Santa Sede
o que de todos modos sean relevantes para la Iglesia universal. Será conveniente
que con tiempo se informe a esta secretaría sobre los principales eventos que
se organicen y también podrá sugerir iniciativas apropiadas. La
secretaríaabrirá un sitio especial en Internet, para proporcionar información
útil para vivir de manera efectiva el Año de la fe.
10. Al
final de este año, en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del
Universo, tendrá lugar una Eucaristía celebrada por el Santo Padre, en el que
se renovará solemnemente la profesión de fe.
II. En el
ámbito de las Conferencias Episcopales (23)
1. Las
Conferencias Episcopales podrán dedicar una jornada de estudio al tema de la
fe, de su testimonio personal y de su transmisión a las nuevas generaciones, de
acuerdo con la misión específica de los Obispos como maestros y «pregoneros de
la fe»24.
2. Será
útil favorecer la reedición de los Documentos del Concilio Vaticano II, del
Catecismo de la Iglesia Católica y de su Compendio, en ediciones económicas y
de bolsillo, y su más amplia difusión con el uso de medios electrónicos y
modernas tecnologías.
3. Se
espera que se renueve el esfuerzo para traducir los documentos del Concilio
Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica a los idiomas que aún no
cuentan con traducción propia. Hay que alentar iniciativas de apoyo caritativo
a las traducciones a las lenguas locales de los territorios de misión cuyas
Iglesias particulares no puede sostener tales gastos. Esto podrá llevar a cabo
bajo la dirección de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
4. Los
pastores, aprovechando los nuevos lenguajes de la comunicación, se esfuercen
por promover trasmisiones televisivas o radiofónicas, películas y
publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre
el tema de la fe, sus principios y contenidos, así como la importancia eclesial
del Concilio Vaticano II.
5. Los
santos y beatos son los auténticos testigos de la fe25. Por lo tanto, será
conveniente que las Conferencias Episcopales se esfuercen por dar a conocer los
santos de su territorio, usando incluso los medios modernos de comunicación
social.
6. El mundo
contemporáneo es sensible a la relación entre fe y arte. En este sentido, se
recomienda a las Conferencias Episcopales que, para enriquecimiento de la
catequesis y una eventual colaboración ecuménica, se fomente el aprecio por el
patrimonio artístico que se encuentra en lugares confiados a su cuidado
pastoral.
7. Se
invita a los docentes de los Centros de estudios teológicos, Seminarios y
Universidades católicas a verificar la relevancia que, en su enseñanza, tienen los
contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica y las implicaciones que se
derivan para sus respectivas disciplinas.
8. Será
útil preparar con la ayuda de teólogos y escritores de renombre, subsidios
divulgativos de carácter apologético (cf. 1 Pe 3, 15), para que los fieles
puedan responder mejor a las preguntas que surgen en los distintos contextos
culturales. Se trata de los desafíos de las sectas, los problemas asociados con
el secularismo y el relativismo, y de los «interrogantes que provienen de un
cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas
racionales al de los logros científicos y tecnológicos»26, así como de otras
dificultades específicas.
9. Sería
deseable revisar los catecismos locales y los subsidios catequísticos en uso en
las Iglesias particulares, para asegurar su plena conformidad con el Catecismo
de la Iglesia Católica27. En el caso de que algunos catecismos o subsidios para
la catequesis no estén en completa sintonía con el Catecismo o que padezcan
lagunas, será oportuno comenzar la elaboración de nuevos catecismos,
sirviéndose del ejemplo y la ayuda de otras Conferencias Episcopales que ya lo
hayan hecho.
10. En
colaboración con la Congregación para la Educación Católica, competente en
materia, será oportuno verificar que los contenidos del Catecismo de la Iglesia
Católica estén presentes en la Ratio de la formación de los futuros sacerdotes
y en el currículo de sus estudios teológicos.
III. En el
ámbito diocesano
1. Se
auspicia una celebración de apertura del Año de la fe y de su solemne
conclusión en el ámbito de cada Iglesia particular, para «confesar la fe en el
Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo»28.
2. Será
oportuno organizar en cada diócesis una jornada sobre el Catecismo de la
Iglesia Católica, invitando a tomar parte en ella sobre todo a sacerdotes,
personas consagradas y catequistas. En esta ocasión, por ejemplo, las eparquías
católicas orientales podrán tener un encuentro con los sacerdotes para dar
testimonio de su específica sensibilidad y tradición litúrgicas en la única fe
en Cristo; así, las Iglesias particulares jóvenes de las tierras de misión
podrán ser invitadas a ofrecer un testimonio renovado de la alegría de la fe
que las distingue.
3. Cada
obispo podrá dedicar una Carta pastoral al tema de la fe, recordando la
importancia del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica,
teniendo en cuenta las circunstancias específicas de la porción de fieles a él
confiada.
4. Se
espera que en cada Diócesis, bajo la responsabilidad del obispo, se organicen
eventos catequísticos para jóvenes y para quienes buscan encontrar el sentido
de la vida, con el fin de descubrir la belleza de la fe de la Iglesia,
aprovechando la oportunidad de reunirse con sus testigos más reconocidos.
5. Será
oportuno verificar la recepción del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la
Iglesia Católica en la vida y misión de cada Iglesia particular, especialmente
en el ámbito catequístico. En tal sentido, se espera un renovado compromiso de
parte de los departamentos de catequesis de las diócesis, que sostenidos por
las comisiones para la catequesis de las Conferencias Episcopales, tienen en
deber de ocuparse de la formación de los catequistas en lo relativo a los
contenidos de la fe.
6. La
formación permanente del clero podrá concentrarse, particularmente en este Año
de la fe, en los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la
Iglesia Católica, tratando, por ejemplo, temas como "el anuncio de Cristo
resucitado", "la Iglesia sacramento de salvación", "la
misión evangelizadora en el mundo de hoy", "fe e incredulidad",
"fe, ecumenismo y diálogo interreligioso", "fe y vida
eterna", "hermenéutica de la reforma en la continuidad" y
"elCatecismo en la atención pastoral ordinaria".
7. Se
invita a los Obispos a organizar celebraciones penitenciales, particularmente
durante la cuaresma, en las cuales se ponga un énfasis especial en pedir perdón
a Dios por los pecados contra la fe. Este año será también un tiempo favorable
para acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.
8. Se
espera la participación del mundo académico y de la cultura en un diálogo
renovado y creativo entre fe y razón, a través de simposios, congresos y
jornadas de estudio, especialmente en las universidades católicas, que muestren
«cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno,
porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad»29.
9. Será
importante promover encuentros con personas que «aun no reconociendo en ellos
el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva
de su existencia y del mundo»30, inspirándose también en los diálogos del Patio
de los Gentiles, iniciados bajo la guía del Consejo Pontificio de la Cultura.
10. El Año
de la fe será una ocasión para dar mayor atención a las escuelas católicas,
lugares privilegiados para ofrecer a los alumnos un testimonio vivo del Señor,
y cultivar la fe con una oportuna referencia al uso de buenos instrumentos
catequísticos, como por ejemplo el Compendio del Catecismo de la Iglesia
Católica o el Youcat.
IV. En el
ámbito de las parroquias / comunidades / asociaciones / movimientos
1. En
preparación al Año de la fe, todos los fieles están invitados a leer y meditar
la Carta apostólica Porta fidei del Santo Padre Benedicto XVI.
2. El Año
de la fe «será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de
la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía»31. En la
Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización, la fe de la
Iglesia es proclamada, celebrada y fortalecida. Todos los fieles están
invitados a participar de ella en forma consciente, activa y fructuosa, para
ser auténticos testigos del Señor.
3. Los
sacerdotes podrán dedicar mayor atención al estudio de los documentos del
Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo sus
frutos para la pastoral parroquial –catequesis, predicación, preparación a los
sacramentos, etc.– y proponiendo ciclos de homilías sobre la fe o algunos de sus
aspectos específicos, como por ejemplo, "el encuentro con Cristo",
"los contenidos fundamentales del Credo" y "la fe y la
Iglesia"32.
4. Los
catequistas podrán apelar aún más a la riqueza doctrinal del Catecismo de la
Iglesia Católica y, bajo la responsabilidad de los respectivos párrocos, guiar
grupos de fieles en la lectura y la profundización común de este valioso
instrumento, con la finalidad de crear pequeñas comunidades de fe y testimonio
del Señor Jesús.
5. Se
espera por parte de las parroquias un renovado compromiso en la difusión y
distribución del Catecismo de la Iglesia Católica y de otros subsidios aptos
para las familias, auténticas iglesias domésticas y lugares primarios de la
transmisión de la fe. El contexto de tal difusión podría ser, por ejemplo, las
bendiciones de las casas, el bautismo de adultos, las confirmaciones y los
matrimonios. Esto contribuirá a confesar y profundizar la doctrina católica «en
nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la
exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de
siempre»33.
6. Será
conveniente promover misiones populares y otras iniciativas en las parroquias y
en los lugares de trabajo, para ayudar a los fieles a redescubrir el don de la
fe bautismal y la responsabilidad de su testimonio, conscientes de que la
vocación cristiana «por su misma naturaleza, es también vocación al
apostolado»34.
7. En este
tiempo, los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades
de Vida Apostólica son llamados a comprometerse en la nueva evangelización
mediante el aporte de sus propios carismas, con una renovada adhesión al Señor
Jesús, fieles al Santo Padre y a la sana doctrina.
8. Las
comunidades contemplativas durante el Año de la fe dedicarán una particular
atención a la oración por la renovación de la fe en el Pueblo de Dios y por un
nuevo impulso en su transmisión a las jóvenes generaciones.
9. Las
Asociaciones y los Movimientos eclesiales están invitados a hacerse promotores
de iniciativas específicas que, mediante la contribución del propio carisma y
en colaboración con los pastores locales, se incorporen al gran evento del Año
de la fe. Las nuevas Comunidades y Movimientos eclesiales, en modo creativo y
generoso, encontrarán los medios más eficaces para ofrecer su testimonio de fe
al servicio de la Iglesia.
10. Todos
los fieles, llamados a reavivar el don de la fe, tratarán de comunicar su propia
experiencia de fe y caridad35, dialogando con sus hermanos y hermanas, incluso
de otras confesiones cristianas, sin dejar de lado a los creyentes de otras
religiones y a los que no creen o son indiferentes. Así se espera que todo el
pueblo cristiano comience una especie de misión entre las personas con quienes
viven y trabajan, conscientes de haber «recibido la buena nueva de la salvación
para comunicarla a todos»36
Conclusión
La fe «es
compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las
maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los
tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un
signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo»37. La fe es un
acto personal y comunitario: es un don de Dios, para vivirlo en la gran
comunión de la Iglesia y comunicarlo al mundo. Cada iniciativa delAño de la fe
busca favorecer el gozoso redescubrimiento y el renovado testimonio de la fe.
La indicaciones aquí ofrecidas tienen el objetivo de invitar a todos los
miembros de la Iglesia a comprometerse para que este año sea una ocasión
privilegiada para compartir lo más valioso que tiene el cristiano: Jesucristo,
Redentor del hombre, Rey del Universo, «iniciador y consumador de nuestra fe»
(Heb 12, 2).
Dado en
Roma, en la Sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 6 de enero de
2012, Solemnidad de la Epifanía del Señor.
William
Cardenal Levada
Prefecto
Luis
Ladaria F., S.I.,
Arzobispo
titular de Thibica, Secretario
____________________________
1 BENEDICTO
XVI, Carta Encíclica, Deus caritas est, 25 de diciembre de 2005, n. 1.
2 IDEM.,
Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010.
3 JUAN
XXIII, Discurso durante la solemne apertura del Concilio Vaticano II, 11 de
octubre de 1962.
4 CONCILIO
ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática Lumen gentium, n.1.
5 Las
Asambleas Ordinarias del Sínodo de los Obispos han tratado los siguientes
temas: La preservación y el fortalecimiento de la fe católica, su integridad,
vigor, desarrollo, coherencia doctrinal e histórica (1967); El sacerdocio
ministerial y la justicia en el mundo (1971); La evangelización en el mundo
moderno (1974); La catequesis en nuestro tiempo (1977); La familia cristiana
(1980); La penitencia y la reconciliación en la misión de la Iglesia (1983); La
vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo (1987); La
formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales (1991); La vida
consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo (1994); El Obispo: servidor
del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo (2001); La Eucaristía:
fuente y cumbre de la vida y la misión de la Iglesia (2005); La Palabra de Dios
en la vida y misión de la Iglesia (2008).
6 BENEDICTO
XVI, Discurso a la Curia Romana, 22 de diciembre de 2005.
7 IDEM.,
Carta apostólica Porta fidei, n. 4.
8 JUAN
PABLO II, Discurso di clausura de la II Asamblea Extraordinaria del Sínodo de
los Obispos, 7 de diciembre de 1985, n. 6. El mismo Pontífice, en la fase
inicial de este Sínodo, durante el Ángelus del 24 de noviembre de 1985, dijo:
«La fe es el principio basilar, es el quicio, el criterio esencial de la
renovación que pretendió el Concilio. De la fe se deriva la norma moral, el
estilo de vida, la orientación práctica en cada una de las circunstancias».
9 IDEM.,
Constitución apostólica Fidei depositum, 11 de octubre de 1992, n. 2.
10 Ibíd.,
n. 3.
11 Ibíd.,
n. 4.
12
BENEDICTO XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 11.
13 IDEM.,
Discurso a los participantes en el Encuentro promovido por el Pontificio
Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, 15 de octubre de 2011.
14 IDEM.,
Carta apostólica Porta fidei, n. 7.
15 Cf.
Ibíd., n. 12.
17
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 150.
18
BENEDICTO XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 15.
19 CONCILIO
ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática Lumen gentium, n. 65.
20
BENEDICTO XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 13.
21 Ibid.,
n. 6.
22 CONCILIO
ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto Unitatis redintegratio, n. 1.
23 Las
indicaciones que se ofrecen a las Conferencias Episcopales valen también, en
modo análogo, para los Sínodos de obispos de las Iglesias patriarcales y
arzobispales mayores y para las Asambleas de Iglesias sui iuris.
24 Concilio
Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, n. 25.
25 Cf.
BENEDICTO XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 13.
26 Ibid.,
n. 12.
27 Cf. JUAN
PABLO II, Constitución apostólica Fidei depositum, n. 4.
28 Cf.
BENEDICTO XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 8.
29 Ibíd.,
n. 12.
30 Ibíd.,
n. 10.
31 Ibíd.,
n. 9.
32 Cf.
BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica post sinodal Verbum Domini, 30 de
septiembre de 2010, nn. 59-60 y 74.
33 IDEM.,
Carta apostólica Porta fidei, n. 8.
34 CONCILIO
ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto Apostolicam actuositatem, n. 2.
35 Cf.
BENEDICTO XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 14.
36 CONCILIO
ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 1.
37
BENEDICTO XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 15.
[00005-04.01]
[Texto original: Español]
16 Dicha
Comisión, constituida en la Congregación para la Doctrina de la Fe por mandato
del Santo Padre Benedicto XVI, cuenta entre sus miembros a los Cardenales
William Levada, Francis Arinze, Angelo Bagnasco, Ivan Dias, Francis E. George,
Zenon Grocholewski, Marc Ouellet, Mauro Piacenza, Jean-Pierre Ricard, Staniław
Ryłko y Christoph Schönborn; a los Arzobispos Luis F. Ladaria y Salvatore
Fisichella; y a los Obispos Mario del Valle Moronta Rodríguez, Gerhard Ludwig Müller
y Raffaello Martinelli.
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