El Movimiento de los Focolares (obra de María) publica mensualmente la Palabra de Vida en 84 lenguas e idiomas. La misma llega a 14 millones de personas de todo el mundo a través de la prensa, radio, televisión e internet. También recoge testimonios que son el fruto de ponerla en práctica. Para más información del Movimiento en Puerto Rico, puedes escribir a focolarepr@prtc.net
A continuación encontrarás la Palabra de Vida del mes de Septiembre 2012, tomado de la página oficial del Movimiento de los Focolares. Autor: Chiara Lubich
“El que
beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le
daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él
en manantial que brotará hasta la Vida eterna” (Jn, 4,13-14).
En esta
perla del Evangelio que es el discurso a la samaritana, cerca del pozo de
Jacob, Jesús se refiere al agua como al elemento más simple pero que se
manifiesta como el más deseado, el más vital para quien está acostumbrado al
desierto. No necesitaba de muchas explicaciones para dar a entender lo que
significa el agua.
El agua de
manantial es para nuestra vida natural, mientras que el agua viva, de la que
habla Jesús, es para la vida eterna.
Así como el
desierto florece sólo después de una lluvia abundante, también las semillas
depositadas en nosotros con el bautismo solamente pueden germinar si son
irrigadas por la Palabra de Dios. Y la planta crece, produce nuevos brotes y
toma la forma de un árbol o de una hermosa flor. Todo ello porque recibe el
agua viva de la Palabra que suscita la vida y la preserva para la eternidad.
“El que
beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le
daré, nunca más volverá atener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él
en manantial que brotará hasta la Vida eterna”.
Las
palabras de Jesús están dirigidas a todos nosotros, sedientos en este mundo: a
los que son conscientes de su aridez espiritual y aún sienten los aguijonazos
de la sed, y a quienes no advierten ya ni siquiera la necesidad de saciarse en
la fuente de la verdadera vida y de los grandes valores de la humanidad.
Jesús
dirige también una invitación a todos los hombres y mujeres de hoy; y nos
revela dónde podemos encontrar respuesta a nuestros porqués y la plena
satisfacción de nuestros deseos.
Nos
corresponde a todos nosotros, entonces, recurrir a sus palabras, dejarnos
embeber por su mensaje.
¿Cómo?
Evangelizando
nuestra vida, confrontándola con sus palabras, tratando de pensar con la mente
de Jesús y de amar con su corazón. Cada instante en el que tratamos de vivir el
Evangelio bebemos una gota de esa agua viva.
Cada gesto
de amor para con nuestro prójimo es un sorbo de esa agua.
Es así
porque esa agua tan viva y preciosa tiene algo especial: brota en nuestro
corazón toda vez que lo abrimos al amor hacia todos. Es un manantial –el de
Dios– que da agua en la medida en que su vena profunda sirve para saciar la sed
de los demás, a través de pequeños o grandes actos de amor.
Hemos
comprendido que, para no sufrir la sed, tenemos que donar el agua viva que en
nosotros mismos obtenemos de él.
Bastará una
palabra, a veces, una sonrisa, un simple ademán de solidaridad… para darnos de
nuevo un sentimiento de plenitud, de satisfacción profunda, un surtidor de
alegría. Y si seguimos dando, ese manantial de paz y de vida dará agua cada vez
más abundante, y no se secará nunca.
Hay otro
secreto que Jesús nos ha revelado, una suerte de pozo sin fondo donde recurrir.
Cuando dos o tres se unen en su nombre, amándose con su mismo amor, Él está
presente en medio de ellos[1]. Y es entonces cuando nos sentimos libres, uno,
llenos de luz, y cuando manantiales de agua viva brotan de nuestro seno[2]. Es
la promesa de Jesús que se demuestra cierta porque de él mismo, presente en
medio de nosotros, emana el agua que sacia para la eternidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario