¡Queridos
hermanos y hermanas!
En el
Tiempo de Adviento la liturgia pone en relieve, de manera particular, dos
figuras que preparan la venida del Mesías: la Virgen María y Juan Bautista. Hoy
san Lucas nos presenta a este ultimo, y lo hace con características diversas de
los otros Evangelistas. «Todos los cuatro Evangelios colocan al inicio de la
actividad de Jesús la figura de Juan Bautista y lo presentan como su precursor.
San Lucas ha llevado hacia atrás la conexión entre las dos figuras y sus
respectivas misiones … Ya en la concepción y en el nacimiento, Jesús y Juan son
colocados en relación entre ellos» (La infancia de Jesús, 23). Esta impostación
ayuda a comprender que Juan, en cuanto hijo de Zacarías e Isabel, ambos de
familias sacerdotales, no solo es el ultimo de los profetas, sino que
representa también al entero sacerdocio de la Antigua Alianza y por lo tanto
prepara a los hombres al culto espiritual de la Nueva Alianza, inaugurado por
Jesús (cfr ibid. 27-28). Lucas además deshace toda lectura mítica que a menudo
se hace de los Evangelios y coloca históricamente la vida del Bautista: «En el
año decimoquinto del imperio de Tiberio César, mientras Poncio Pilato era
gobernador … bajo los sumos sacerdotes Anás y Caifás» (Lc 3,1-2). Al interior
de este cuadro histórico se coloca el verdadero gran acontecimiento, el
nacimiento de Cristo, que los contemporáneos ni siquiera notarán. Para Dios los
grandes de la historia ¡hacen de marco a los pequeños!
Juan
Bautista se define como la «voz de uno que grita en el desierto: Preparen el
camino del Señor, allanen sus senderos» (Lc 3,4). La voz proclama la palabra,
pero en este caso la Palabra de Dios precede, en cuanto es ella misma a bajar
sobre Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto (cfr Lc 3,2). Él por
tanto tiene un gran rol, pero siempre en función de Cristo. San Agustín comenta
: «Juan es la voz. Del Señor en cambio se dice: “Al principio existía la
Palabra” (Jn 1,1). Juan es la voz que pasa, Cristo es el Verbo eterno que era
en un principio. Si a la voz se quita la palabra, ¿que cosa queda? Un sonido
vago. La voz sin palabra resuena en el oído, pero no edifica el corazón»
(Discurso 293, 3). A nosotros hoy espera la tarea de dar escucha a aquella voz
para conceder espacio y acogida a Jesús en el corazón, Palabra que nos salva.
En este Tiempo de Adviento, preparémonos a ver, con los ojos de la fe, en la
humilde Gruta de Belén, la salvación de Dios (cfr Lc 3,6). En la sociedad de
consumo, en la que se está tentado de buscar la felicidad en la cosas, el
Bautista nos enseña a vivir de manera esencial, para que la Navidad sea vivida
no solo como una fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios que ha
venido a traer a los hombres la paz, la vida y la verdadera felicidad.
A la
maternal intercesión de María, Virgen del Adviento, confiamos nuestro camino al
encuentro del Señor que viene, para estar listos a acoger, en el corazón y en
toda la vida, al Emanuel, el Dios-con-nosotros. (Traducción del italiano: Raúl
Cabrera-RV)
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