Texto completo de la Catequesis del Papa en la
Audiencia del 5 de octubre de 2011:
Queridos hermanos y hermanas
Dirigirse al Señor en la oración
implica siempre un radical acto de confianza, en la conciencia de encomendarse
a Dios que es bueno «misericordioso y rico en piedad, lento a la ira y rico de
amor y fidelidad» (Es 34,6-7; Sal 86,15; cfr Gl 2,13; Gn 4,2; Sal 103,8; 145,8;
Ne 9,17).
Por ello hoy quisiera reflexionar
con ustedes sobre un Salmo totalmente impregnado de confianza, en el que el
Salmista expresa su serena certeza de que está guiado y protegido, puesto a
salvo de todo peligro, porque el Señor es su pastor. Se trata del Salmo 23 -
según la tradición greco-latina 22 - un texto familiar para todos y amado por
todos.
«El Señor es mi Pastor, nada me
falta»: así comienza esta bella oración, evocando el ambiente nómada de la
pastoricia y la experiencia de conocimiento recíproco que se establece entre el
pastor y las ovejas que componen su pequeño rebaño. La imagen evoca una
atmosfera de confianza, intimidad y ternura: el pastor conoce a sus ovejitas
una por una, las llama por su nombre y ellas lo siguen porque lo reconocen y se
fían de él (cfr Jn 10,2-4). Él las cuida, las custodia como bienes preciosos,
dispuesto a defenderlas, a garantizar su bienestar, a hacerlas vivir en la
tranquilidad. Nada puede faltar si el pastor está con ellas. A esta experiencia
se refiere el Salmista, llamando a Dios su pastor y dejándose guiar por Él
hacia praderas seguras:«En verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia
fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el
honor de su nombre » (vv. 2-3).
La visión que se abre a nuestros
ojos es la de praderas verdes y fuentes de agua límpida, oasis de paz hacia
donde el pastor acompaña a la grey, símbolos de los lugares de vida hacia donde
el Señor conduce al Salmista, el cual se siente como las ovejas recostadas
sobre la yerba al lado de un manantial, en situación de reposo, no en tensión o
en estado de alarma, sino confiadas y tranquilas, porque el lugar es seguro, el
agua es fresca y el pastor vela sobre ellas. No olvidemos aquí que la escena evocada
por el Salmo está ambientada en una tierra cuya amplia parte es desértica,
abrasada por el sol, donde el pastor seminómada medio oriental, vive con su
rebaño en las estepas resecas que se extienden alrededor de las aldeas. Pero el
pastor sabré encontrar dónde están la yerba y el agua fresca, esenciales para
la vida, sabe llevar al oasis en el que el alma “repara sus fuerzas” y es
posible encontrar nuevas energías para reanudar la marcha.
Come dice el Salmista, Dios lo
guía hacia «verdes praderas» y « fuentes tranquilas», donde todo es
sobreabundante, todo es donado copiosamente. Si el Señor es el pastor, aun en
el desierto, lugar de ausencia y de muerte, no falta la certeza de una radical
presencia de vida, de forma que se puede decir: «nada me falta». El pastor, en
efecto, anhela de corazón el bien de su grey, adecua sus propios ritmos y
exigencias a las de sus ovejas, camina y vive con ellas, guiándolas por
senderos “justos”, es decir adecuados para ellas, atento a sus necesidades y no
a las propias. La seguridad de su rebaño es su prioridad y a ésa obedece cuando
lo guía.
Queridos hermanos y hermanas,
también nosotros, como el Salmista, si caminamos detrás del “Pastor bueno”, por
cuán difíciles, tortuosos o largos puedan parecer los senderos de nuestra vida
– a menudo también en una zona desértica espiritualmente, sin agua y con un sol
de racionalismo abrasador - si seguimos la guía del Buen Pastor Cristo estemos
seguros de que vamos por los senderos justos y que el Señor nos guía y está a
nuestro lado siempre y que nada nos ha de faltar.
Por ello el Salmista puede
afirmar una tranquilidad y una seguridad sin incertidumbres y sin
temores:«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo.
Tu vara y tu callado me sosiegan.» (v. 4).
El que va con el Señor aun en las
cañadas oscuras del sufrimiento, de la incertidumbre de todos los problemas
humanos, se siente seguro. Tú estás conmigo. Ésta es la certeza que nos
impulsa.
La oscuridad de la noche da
miedo, con sus sombras cambiantes, la dificultad de distinguir los peligros, su
silencio lleno de ruidos indescifrables. Si el rebaño se mueve después de la
puesta del sol, cuando la visibilidad se vuelve incierta, es natural que las
ovejas estén inquietas, hay riesgos de tropezar o de alejarse y perderse, así
como el temor de que posibles agresores se escondan en la oscuridad. Para
hablar de la cañada “oscura”, el Salmista usa una expresión hebraica que evoca
las tinieblas de la muerte, por lo que la cañada que hay que atravesar es un lugar
de angustia, de amenazas terribles, de peligro de muerte. Y, sin embargo, el
orante procede seguro, sin miedo, porque sabe que el Señor está con él. Aquel «
Tú vas conmigo» es una proclamación de confianza inquebrantable y sintetiza una
experiencia de fe radical; la cercanía de Dios trasforma la realidad, el valle
oscuro pierde todo peligro, se vacía de toda amenaza. Ahora eI rebaño puede
caminar tranquilo, acompañado por el ruido familiar del bastón, que golpeando
sobre la tierra, señala la presencia tranquilizadora del pastor.
Esta imagen confortante cierra la
primera parte del Salmo y deja paso a una escena distinta. Estamos aún en el
desierto, donde el pastor vive con su rebaño, pero ahora somos llevados debajo
de su tienda, que se abre para dar hospitalidad: « Tú preparas ante mí una
mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa». (v.
5).
Ahora el Señor viene presentado
como Aquel que acoge al orante, con muestras de una hospitalidad generosa y
llena de atenciones. El huésped divino prepara la comida sobre “la mensa”, un
término que en lengua hebrea indica, en su sentido primitivo, la piel del
animal que venía extendida en el suelo y sobre la cual se ponían las viandas
para el ágape en común. Es un gesto de compartir no solamente la comida sino
también la vida, en una ofrenda de comunión y de amistad que crea lazos y
expresa solidaridad. Y luego está el don generoso del aceite perfumado sobre la
cabeza, que le alivia del sol abrasador del desierto, refresca y suaviza la
piel y eleva el espíritu con su fragancia. Por último, el vaso lleno le añade
una nota de celebración, con su buen vino, compartido con generosidad
abundante.
Comida, aceite y vino son los
dones que hacen vivir y dan alegría porque van más allá de lo estrictamente
necesario y expresan la gratuidad y la abundancia del amor. Proclama el Salmo
104, celebrando la bondad de la providencia del Señor: “Tú Haces brotar la
hierba para el ganado y las plantas que el hombre cultiva, para sacar de la
tierra el pan y el vino que alegra el corazón del hombre, para que él haga
brillar su rostro con el aceite y el pan reconforte su corazón. (vv. 14-15). El
salmista es objeto de tanta atención, por lo que se le puede ver como un
viajero que encuentra refugio en una tienda de campaña hospitalaria, mientras
que sus enemigos tienen que pararse y mirar, sin poder intervenir, ya aquel que
consideraban su presa ha sido puesto al seguro, y se ha convertido en huésped
sagrado, intocable. El salmista somos nosotros si somos verdaderos creyentes en
la comunión con Cristo. Cuando Dios abre su tienda de campaña para acogernos,
nada puede hacernos daño.
Cuando después el viajero parte
de nuevo, la protección divina se prolonga y lo acompaña en su viaje: “Tu
bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa
del Señor, por muy largo tiempo. (v. 6).
La bondad y la fidelidad de Dios
son la escolta que acompañan al Salmista que sale de la tienda y vuelve a
ponerse en camino. Pero es un camino que adquiere un nuevo sentido, y se
convierte en peregrinación hacia el Templo del Señor, el lugar santo en el que
el viajero quiere “habitar” para siempre y donde quiere también “volver”. El
verbo en hebreo que tiene el significado de “volver”, con una pequeña
modificación vocálica quiere decir “habitar”, y así viene expresado en las
antiguas versiones y en la mayoría de las traducciones modernas. Ambos
significados pueden ser mantenidos: volver al Templo y habitar en él es el
deseo de cualquier israelita, porque es habitar cerca de Dios, estar cerca de
Él y de bondad y el anhelo y el deseo de todo creyente es poder vivir
verdaderamente donde está Dios, cerca de Dios. El seguimiento del Pastor lleva
a su casa, es ella la meta de todos los caminos, oasis deseado en el desierto,
tienda de refugio en la fuga de los enemigos, lugar de paz donde comprobar la
bondad y el amor fiel de Dios, día tras día en la alegría serena de un tiempo
sin fin.
Las imágenes de este Salmo, con
su riqueza y profundidad, han acompañado toda la historia y la experiencia
religiosa del pueblo de Israel y acompañan a los cristianos. La figura del
Pastor, en particular, evoca el tiempo originario del Éxodo, el largo camino en
el desierto, como un rebaño bajo la guía del Pastor divino (cfr Is 63,11-14;
Sal 77,20-21; 78,52-54).
Y en la Tierra Prometida era el
rey quien tenía la tarea de apacentar la grey del Señor, como David, el pastor
elegido por Dios y figura del Mesías (cfr 2Sam 5,1-2; 7,8; Sal 78,70-72).
Después, tras el exilio de
Babilonia, casi en un nuevo Éxodo (cfr Is 40,3-5.9-11; 43,16-21), Israel vuelve
a ser llevado a la patria como una oveja perdida y vuelta a encontrar,
reconducida por Dios a los exuberantes pastos y lugares de descanso (cfr Ez
34,11-16.23-31).
Pero es en el Señor Jesús que
toda la fuerza evocativa de nuestro Salmo se completa, encuentra su pleno
significado: Jesús es el "Buen Pastor" que va en busca de la oveja
perdida, que conoce a sus ovejas y da su vida por ellas (cfr Mt 18,12-14; Lc
15,4-7; Gv 10,2-4.11-18).
Él es el camino, el camino
correcto que nos conduce a la vida (cf. Jn 14,6), la luz que ilumina el valle oscuro
y vence todo nuestro miedo (cf. Jn 1,9, 8,12, 9,5, 12, 46). Él es el huésped
generoso que nos acoge y nos pone a salvo de los enemigos preparando la mesa de
su cuerpo y su sangre (cfr Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20) y aquella
definitiva del banquete mesiánico en el Cielo (cfr Lc 14,15ss; Ap 3,20; 19,9).
Él es el Pastor real, rey en la mansedumbre y en el perdón, entronizado en el
madero glorioso de la cruz (cfr Gv 3,13-15; 12,32; 17,4-5).
Queridos hermanos y hermanas, el
Salmo 23 nos invita a renovar nuestra fe en Dios, abandonándonos totalmente en
sus manos. Pidamos, pues. Con fe que el Señor nos conceda, también en los
caminos difíciles de nuestro tiempo, caminar siempre sobre sus senderos como
grey dócil y obediente, que nos acoja en su casa, en su mesa, y nos conduzca a
«aguas tranquilas», para que, en la acogida del don de su Espíritu, podamos
beber de sus fuentes, las fuentes de esa agua viva "que brota para la vida
eterna" (Jn 4,14;. cf 7:37-39). Gracias.
Traducción
del italiano: Cecilia de Malak y Eduardo Rubio
Escuchemos
la catequesis del Papa en nuestro idioma: (Audio)
TEXTO CATEQUESIS PAPA EN ESPAÑOL
Queridos hermanos y hermanas:
La catequesis de hoy está
dedicada al salmo veintitrés, que comienza con las palabras: «El Señor es mi
pastor, nada me falta». En él se expresa la confianza en el Señor que, como
Buen Pastor, guía y protege de todo peligro. La figura del pastor, y las
imágenes contenidas en este salmo, han acompañado la historia y la experiencia
religiosa del pueblo de Israel. Sin embargo, toda la fuerza evocativa de este
salmo se cumple y llega a su plenitud con Jesucristo. Efectivamente, Él es el
Buen Pastor que sale en busca de la oveja perdida, Él es el camino que nos
lleva a la vida, la luz que ilumina el valle oscuro y elimina nuestros temores.
Él es el anfitrión generoso que nos acoge y pone a salvo preparándonos la mesa
de su cuerpo y su sangre. Él es el Pastor-Rey, manso y misericordioso,
entronizado sobre el árbol glorioso de la cruz. Este salmo nos invita, pues, a
renovar nuestra confianza en Dios, abandonándonos completamente en sus manos.
Pidamos con fe al Señor que nos conceda caminar siempre siguiendo sus pasos,
que nos acoja en su casa, en torno a su mesa y nos conduzca hacia las «aguas
tranquilas», para que, recibiendo el don de su Espíritu, bebamos de la fuente
de agua viva que salta hasta la vida eterna.
TEXTO SALUDOS DEL PAPA A GRUPOS DE LENGUA
ESPAÑOLA:
Saludo cordialmente a los
peregrinos de lengua española, en particular a los sacerdotes del Pontificio
Colegio Mexicano y a las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos
Ángeles, así como a los grupos provenientes de España, México, Chile,
Argentina, Colombia, Paraguay y otros países latinoamericanos. Os invito,
queridos hermanos, a intensificar vuestra vida de oración, acudiendo con
confianza al Señor, que es bueno y misericordioso, lento a la ira y rico en
piedad. Muchas gracias.
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