Queridos hermanos y hermanas:
Hoy la Iglesia celebra a Nuestro Señor Jesucristo Rey del
Universo. Esta solemnidad se coloca al término del año litúrgico y resume el
misterio de Jesús «primogénito de los muertos y dominador de todos los
poderosos de la tierra» (Oración Colecta Año B), ensanchando nuestra mirada
hacia la plena realización del Reino de Dios, cuando Dios será todo en todos
(Cfr. 1 Co 15, 28).
San Cirilo de Jerusalén afirma: «Nosotros anunciamos no sólo
la primera venida de Cristo, sino también una segunda mucho más bella de la
primera. La primera, en efecto, fue una manifestación de padecimiento, la
segunda trae la diadema de la realeza divina; en la primera fue sometido a la
humillación de la cruz, en la segunda está rodeado y glorificado por una
multitud de ángeles » (Catequesis XV,1 Illuminandorum, De secundo Christi
adventu: PG 33, 869 A).
Toda la misión de Jesús y el contenido de su mensaje
consisten en anunciar el Reino de Dios y actuarlo en medio de los hombres con
signos y prodigios. «Pero – como recuerda el Concilio Vaticano II – ante todo
el Reino se manifiesta en la misma persona de Cristo» (Constitución dogmática
Lumen gentium, 5), que lo ha instaurado mediante su muerte en la cruz y su
resurrección, con la que se ha manifestado cual Señor y Mesías y Sacerdote eterno.
Este Reino de Cristo ha sido encomendado a la Iglesia, que es su «germen» e
«inicio» y tiene el deber de anunciarlo y difundirlo entre todas las gentes,
con la fuerza del Espíritu Santo (Cfr. ibíd.). Al término del tiempo
establecido, el Señor entregará a Dios Padre el Reino y le presentará a todos
los que han vivido según el mandamiento del amor.
Queridos amigos, todos nosotros estamos llamados a prolongar
la obra salvífica de Dios convirtiéndonos al Evangelios, poniéndonos con
decisión al servicio de aquel Rey que no ha venido para ser servido sino para
servir y dar testimonio de la verdad (Cfr. Mc 10, 45; Jn 18,37).
En esta perspectiva invito a todos a orar por los seis
nuevos Cardenales que he creado ayer, a fin de que el Espíritu Santo los refuerce
en la fe y en la caridad y los colme con sus dones, de modo que vivan su nueva
responsabilidad como una entrega ulterior a Cristo y a su Reino.
Estos nuevos miembros del Colegio Cardenalicio representan
bien la dimensión universal de la Iglesia: son Pastores de Iglesias en El
Líbano, en la India, en Nigeria, en Colombia, en Filipinas y, uno de ellos,
está desde hace mucho tiempo, al servicio de la Santa Sede.
Invoquemos la protección de María Santísima sobre cada uno
de ellos y sobre los fieles encomendadnos a su servicio. Que la Virgen nos
ayude a todos a vivir el tiempo presente en espera del regreso del Señor,
pidiendo con fuerza a Dios: «Venga tu Reino», y cumpliendo esas obras de luz
que nos acerca cada vez más al Cielo, concientes de que, en las atormentadas
vicisitudes de la historia, Dios sigue construyendo su Reino de amor.
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