“Quisiera dar lo mejor de mí”. “¿Cómo logro una vida
más comprometida con el prójimo?” “¡Es que tengo tan poco tiempo!” “¡Cuánto
quisiera juzgar menos y ayudar más!”.
“¿Cómo llevo un ritmo de oración más frecuente?”
Cuando llega el tiempo de año nuevo, muchas
personas se sumergen en un mar de resoluciones, que entre otras cosas, les
lleva a proponerse disfrutar más de una vida saludable, alegre y libre de
estrés. Sin embargo, para el cristiano ese momento de resoluciones y cambios
sucede también durante la Cuaresma, desde una óptica más profunda y espiritual.
¡Qué mejor que encontrar un tiempo donde
podamos apartarnos con Jesús al desierto para estar solamente delante de Él sin
ninguna distracción; en el silencio y la oración, nutriéndonos de su Palabra y
Amor! Precisamente, la cuaresma es eso: un tiempo en que la Iglesia nos
recuerda la sustancia de la vida misma.
En lugar del ejercicio de concienciación usual (que sucede el 31 de
diciembre) ante un año más de vida, en cuaresma, el cristiano se topa con un
ejercicio más profundo en que reflexiona sobre el amor que le da sentido a la
vida.
Para ello, la Iglesia nos recomienda
ciertas prácticas (abstinencia, ayuno, limosna y oración), que tal vez te
parezcan ya conocidas. Sin embargo, se prestan para mucha creatividad.
En un blog estadounidense para jóvenes
cristianos (lifeteen.com) se les preguntó a varios jóvenes que comentaran sobre
las cosas que han ofrecido durante la Cuaresma. He aquí algunos de sus
interesantes y genuinos ofrecimientos: