El Santo Padre Benedicto XVI reanudó hoy sus Catequesis de los miercoles, después de unos días de vacaciones. En su catequesis de hoy, el Santo Padre nos invita a leer la Biblia, para descubrir el gran tesoro de la Palabra de Dios.
Texto íntegro de la audiencia general de Benedicto XVI - Tomado de RADIO VATICANOQueridos hermanos y hermanas,
Estoy muy contento de veros aquí en la plaza en Castel Gandolfo y retomar las audiencias interrumpidas en el mes de julio. Quiero continuar con el tema que tenemos, es decir, una escuela de oración, un buen modo diverso sin alejarme del tema, subrayar algunos aspectos de carácter espiritual y concreto. Me parecen útiles no sólo para quién vive en una parte del mundo el periodo de vacaciones de verano como nosotros, si no para todos aquellos que están comprometidos en el trabajo cotidiano.
Cuando tenemos un momento de pausa en nuestra actividad, de manera especial en nuestras vacaciones, a menudo tenemos entre manos un libro para leer. Precisamente este es el primer aspecto sobre el cual quiero detenerme. Cada uno de nosotros tiene necesidad de tiempo y espacio para el recogimiento, la meditación, la calma… gracias a Dios esto es así. En efecto, esta exigencia nos confirma que no estamos hechos solamente para trabajar, si no también para pensar, reflexionar, o sencillamente para seguir con la mente y con el corazón un relato, una historia en la que sumergirse, en cierta manera “perderse” para después encontrarnos enriquecidos.
Naturalmente muchos de estos libros de lectura son generalmente de evasión, y esto es normal. Sin embargo, algunas personas, particularmente las que tienen más espacios prolongados de pausa y de relax, se dedican a leer algo más laborioso y comprometido. Quisiera hacer ahora una propuesta: ¿Por qué no descubrir algunos libros de la Biblia, que normalmente son menos conocidos? ¿O de los que a lo mejor hemos escuchado algún fragmento durante la Liturgia, pero que no hemos leído en su totalidad? En efecto, muchos cristianos no leen nunca la Biblia, y tienen de ella un conocimiento muy limitado y superficial. La Biblia -como dice el nombre- es un conjunto de libros, una pequeña “biblioteca”, nacida en el curso de un milenio. Algunos de estos libros que la componen son casi desconocidos para la mayor parte de las personas. Otros son muy breves, como el libro de Tobías. Una narración que contiene un sentido muy amplio de la familia y del matrimonio. O el libro de Esther, en el que la Reina judía, con la fe y la oración, salva a su pueblo del exterminio; o, todavía más breve, el libro de Ruth, una extranjera que conoce a Dios y experimenta su providencia. Estos pequeños libros pueden leerse en una hora. Más laboriosos, y auténticas obras de arte, son el libro de Job, que afronta el gran problema del dolor inocente. El Eclesiastés que asombra por la desconcertante modernidad con la que pone en discusión el sentido de la vida y del mundo; el Cantar de los Cantares, estupendo poema simbólico del amor humano. Como veis éstos son libros del Antiguo Testamento.
¿Y del nuevo? Ciertamente, el Nuevo Testamento es más conocido, y los géneros literarios están menos diversificados. Pero la belleza de leer un Evangelio de seguido hay que descubrirlo, como los Hechos de los Apóstoles o una de las Cartas.
En conclusión, queridos amigos, os sugiero que tengáis a mano durante el periodo estivo, o en los momentos de pausa, la Sagrada Biblia para disfrutarla de una nueva manera, leyendo de seguido algunos de sus Libros, tanto los menos conocidos como los que más, como los Evangelios, pero de manera continuada. Consiguiendo así que los momentos de distensión se conviertan, además de enriquecimiento cultural, también en alimento del espíritu capaz de alimentar el conocimiento de Dios y propiciar el diálogo con Él, la oración. Y así parece más bien una bonita ocupación para las vacaciones: tomar un libro de la biblia y -de esta manera- tener un poco de distención. Asimismo, tener tiempo para entrar en el gran espacio de la Palabra de Dios, profundizar nuestro contacto con lo eterno, precisamente, como objetivo del tiempo libre que el Señor nos da.
Traducción del italiano Rafael Álvarez Taberner, Eduardo Rubió y Diego Álvarez
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