"la radicalidad evangélica se expresa en la misión que Dios ha querido confiaros. Desde la vida contemplativa que acoge en sus claustros la Palabra de Dios en silencio elocuente y adora su belleza en la soledad por Él habitada, hasta los diversos caminos de vida apostólica, en cuyos surcos germina la semilla evangélica en la educación de niños y jóvenes, el cuidado de los enfermos y ancianos, el acompañamiento de las familias, el compromiso a favor de la vida, el testimonio de la verdad, el anuncio de la paz y la caridad, la labor misionera y la nueva evangelización, y tantos otros campos del apostolado eclesial."
"la Vida Consagrada significa ir a la
raíz del amor a Jesucristo con un corazón indiviso, sin anteponer nada a ese
amor (Cf. SAN BENITO, Regla, IV, 21),
con una pertenencia esponsal como la han vivido los santos, al estilo de Rosa
de Lima y Rafael Arnáiz, jóvenes patronos de esta Jornada Mundial de la
Juventud"
Queridas jóvenes religiosas:
Dentro de la Jornada Mundial de la Juventud que estamos celebrando en
Madrid, es un gozo grande poder encontrarme con vosotras, que habéis consagrado
vuestra juventud al Señor, y os doy las gracias por el amable saludo que me
habéis dirigido. Agradezco al Señor Cardenal Arzobispo de Madrid que haya
previsto este encuentro en un marco tan evocador como es el Monasterio de San
Lorenzo de El Escorial. Si su célebre Biblioteca custodia importantes ediciones
de la Sagrada Escritura y de Reglas monásticas de varias familias religiosas,
vuestra vida de fidelidad a la llamada recibida es también una preciosa manera
de guardar la Palabra del Señor que resuena en vuestras formas de
espiritualidad.
Queridas hermanas, cada carisma es una palabra evangélica que el
Espíritu Santo recuerda a su Iglesia (Cf. Jn 14, 26). No en vano, la Vida
Consagrada «nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como
su norma de vida. En este sentido, el vivir siguiendo a Cristo casto, pobre y
obediente, se convierte en “exégesis” viva de la Palabra de Dios. De ella ha
brotado cada carisma y de ella quiere ser expresión cada regla, dando origen a
itinerarios de vida cristiana marcados por la radicalidad evangélica» (Exh.
apostólica Verbum Domini, 83).
La radicalidad evangélica es estar “arraigados y edificados en Cristo, y
firmes en la fe” (Cf. Col, 2,7), que en la Vida Consagrada significa ir a la
raíz del amor a Jesucristo con un corazón indiviso, sin anteponer nada a ese
amor (Cf. SAN BENITO, Regla, IV, 21), con una pertenencia esponsal como la han
vivido los santos, al estilo de Rosa de Lima y Rafael Arnáiz, jóvenes patronos
de esta Jornada Mundial de la Juventud. El encuentro personal con Cristo que
nutre vuestra consagración debe testimoniarse con toda su fuerza transformadora
en vuestras vidas; y cobra una especial relevancia hoy, cuando «se constata una
especie de “eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo
del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de
perder aquello que más profundamente nos caracteriza» (Mensaje para la XXVI
Jornada Mundial de la Juventud 2011, 1). Frente al relativismo y la
mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la
consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado.
Dicha radicalidad evangélica de la Vida Consagrada se expresa en la
comunión filial con la Iglesia, hogar de los hijos de Dios que Cristo ha
edificado. La comunión con los Pastores, que en nombre del Señor proponen el
depósito de la fe recibido a través de los Apóstoles, del Magisterio de la
Iglesia y de la tradición cristiana. La comunión con vuestra familia religiosa,
custodiando su genuino patrimonio espiritual con gratitud, y apreciando también
los otros carismas. La comunión con otros miembros de la Iglesia como los
laicos, llamados a testimoniar desde su vocación específica el mismo evangelio
del Señor.
Finalmente, la radicalidad evangélica se expresa en la misión que Dios
ha querido confiaros. Desde la vida contemplativa que acoge en sus claustros la
Palabra de Dios en silencio elocuente y adora su belleza en la soledad por Él
habitada, hasta los diversos caminos de vida apostólica, en cuyos surcos
germina la semilla evangélica en la educación de niños y jóvenes, el cuidado de
los enfermos y ancianos, el acompañamiento de las familias, el compromiso a
favor de la vida, el testimonio de la verdad, el anuncio de la paz y la
caridad, la labor misionera y la nueva evangelización, y tantos otros campos
del apostolado eclesial.
Queridas hermanas, este es el testimonio de la santidad a la que Dios os
llama, siguiendo muy de cerca y sin condiciones a Jesucristo en la
consagración, la comunión y la misión. La Iglesia necesita de vuestra fidelidad
joven arraigada y edificada en Cristo. Gracias por vuestro “sí” generoso, total
y perpetuo a la llamada del Amado. Que la Virgen María sostenga y acompañe
vuestra juventud consagrada, con el vivo deseo de que interpele, aliente e
ilumine a todos los jóvenes.
Con estos sentimientos, pido a Dios que recompense copiosamente la
generosa contribución de la Vida Consagrada a esta Jornada Mundial de la
Juventud, y en su nombre os bendigo de todo corazón. Muchas gracias.
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